Hace unos dias estuve leyendo la reseña del nuevo libro de Hans Magnus Enzensberger, libro aún no traducido al castellano, "El dulce monstruo de Bruselas o La incapacitación de Europa". Viene a defender la tesis de que la democracia auténtica, la real, no la de papel, está destruida en la Unión Europea. Examina y critica la máquina burocrática en que se ha convertido la Unión, una máquina que promulga leyes que, según el autor, ignoran las normas básicas de su propia constitución.
Insiste en que la Unión Europea desarrolla tics cada vez más autoritarios, ante unos ciudadanos amedrantados, zarandeados por una crisis brutal y nunca vista. Una burocracia arrolladora a la que no saben responder 'los adocenados pobladores del viejo continente'.
Insta a los europeos a plantarles cara porque, según él, 'mientras los pueblos árabes se sublevan para reclamar la autodeterminación y la democracia, Europa se hunde a través de las instituciones europeas que se han convertido en una hidra de papel que devora a los ciudadanos'.
Sin embargo, de vez en cuando vemos que no todas las sociedades son igualmente pasivas. Islandia es buen ejemplo de ello. Vemos como hace unos meses los ciudadanos islandeses se han organizado y, trás multiples manifestaciones, han conseguido meter entre rejas a los banqueros. Esta revolución, por supuesto, ha sido escasamente difundida por los grandes medios de comunicación. Una revolución contra los abusos del poder político y financiero. ¡Bien por los islandeses!
España, salvo honrosas excepciones, como la manifestación contra los recortes sociales convocada por Izquierda Unida, o la reciente manifestación del colectivo Juventud sin futuro, o el movimiento generado por José Luis Burgos ... insisto, salvo excepciones, la mayoría ciudadana está adormecida.
Quizás distraida con la llamada 'princesa del pueblo', quizás emocionada con la visita de la familia real inglesa, pero la mayoría, simple y llanamente, está 'aplastada por los acontecimientos' que, además, asumen como inevitables.
Es tal el impacto de los mensajes oficiales, siempre sustentados por los grandes medios, de que las medidas del Ejecutivo Socialista son las únicas posibles para salir de la crisis, que nos han dejado sin capacidad de análisis, sin reflexión, sin rebeldía.
Tal es el impacto, tal nuestra incertidumbre, tal nuestro temor que, insisto, ya asumimos como inevitable que para controlar el deficit la única vía es cargarse el estado de bienestar. No pensamos que hay otras vías posibles para resolver el déficit como sería aumentando los ingresos. ¿Cómo se preguntaran? Si se hubiera luchado a tiempo contra el fraude fiscal, ya tendríamos una bolsa cercana a los 75.000 millones de euros. Tan sólo a modo de ejemplo.
No podemos seguir resignados como borregos. Ya a estas páginas traje hace tiempo la reseña del libro de Hessel 'Indignaos'.
Sigue en pie la necesidad. Indignémonos y reaccionemos. Podemos y debemos hacerlo.