Revista Opinión

Los jinetes del apocalipsis

Publicado el 08 diciembre 2012 por Romanas
Los jinetes del apocalipsis  Todo ha dejado de funcionar.  Pero no es que, de pronto, se haya impuesto el dominio del desorden, sino precisamente todo lo contrario.  Desde lo más profundo el sistema, las órdenes surgen a una velocidad sideral:   1) un ministro que fue considerado la gran esperanza blanca parece como si, de repente, hubiera perdido la cabeza; trata de resolver el problema inveterado de la justicia española, haciendo a ésta saltar por los aires: si no hay justicia, así, literalmente, tal como se escribe, no puede haber problemas con ella; el asunto es de tal magnitud que lo más retrógrado no ya de la sociedad española sino de nuestra Administración, la esencia del conservadurismo, el estamento encargado de reprimir por excelencia SE HA ECHADO A LA CALLE, si a mí me lo hubieran dicho hace algunos años, cuando yo todavía iba a los Juzgados cada día, me hubiera reído del locutor en su propia cara: “¿los jueces, en huelga?, tú está loco”.  ¿Que es lo que sucede para que los encargados de reprimir las conductas desordenadas, y no cabe duda de que la huelga, esencialmente, lo es, se encarguen ellos mismos de organizarlas?  Si esta sociedad en la que estamos tan inmersos, que no es que nos rodee sino que nos absorbe íntegramente en su seno, nos permitiera la necesaria distancia para que, como se dice, los árboles no nos impidieran ver el bosque, nos permitiera ver lo que está sucediendo en realidad, todo eso que algunos venimos anunciando desde hace tiempo de que tal vez no haya ya otra solución que la del suicidio colectivo sería admitido casi generalmente.  Porque no es ya que un loco cejijunto quiera culminar su faraónico sueño pasando a la historia política de este país como el tipo que dinamitó los restos de una sedicente justicia española, poniendo un precio inalcanzable para todos los servicios que dependen de su ministerio, no, es que, además, se ríe de todo el mundo como si se sintiera respaldado por alguien que está mucho más allá de lo que los humanos podemos alcanzar, no ya Dios, sino algo que todavía nadie ha sido capaz de imaginarse.  2º) y, luego, está esa calavera bruñida que se ha puesto como meta la total devastación de la cultura, de la educación, de la instrucción más elemental: habla de españolizar y tiene que hacerlo forzosamente de una manera totalmente inconsciente, porque si algo ha sido lo español, a lo largo de la historia, es la negación de cualquier clase de pensamiento coherente que no haya pretendido otra cosa que la destrucción de cualquier atisbo de racionalidad; ahí lo tenemos como uno de esos locos que, con los ojos tapados, golpea ciegamente en todos los sentidos como en una aberrante piñata; él mismo se compara con un toro, y es acertadísima la semejanza porque como un toro está embistiendo a todo lo que se encuentra a su paso;  3º) luego, anda por ahí, una mujer extraña, una especie de bruja propalando extrañas locuras, fantásticas quimeras: dice cosas tales como que el pueblo más perseguido de la historia debería de agradecer no ya cada día sino cada minuto la crueldad increíble de su perseguidor pues toda la sangre que ahora derrama se convertirá en un ingente maná que los resarcirá de tanta miseria;  4º) pero el peor de todos es el mandamás, el genio baboso de la desigualdad; dicen que, en su familia, hay 2 registradores más y un notario y ha dado órdenes para que ambas profesiones, 1º, se enriquezcan con nuevas aportaciones a su minutado, de manera que  lo que antes era función gratuita del Registro civil, que dependía de los jueces, ahora ha pasado a depender de los registradores, el cuerpo a que él y sus hermanos pertenece, de manera que, cuando se vaya, cuando cese su encarnizada persecución de todos nosotros, tendrá el más dorado de los retiros que pueda imaginarse, esto se llama gobernar no ya bien sino muy bien pero sólo para sus propios intereses, ya que el país quedará como un inmenso erial totalmente irrecuperable, de modo que el pueblo, ese pueblo imbécil que los elevó al poder no tendrá más remedio que quejarse ante sí mismo de su inmensa torpeza que ya será absolutamente irreparable;  5º) y luego, como colofón, está el genio que manejó en la península los intereses del Banco usaniano que originó la crisis, el tal Guindos: cada día cambia de opinión y lo hace, según parece para empeorar el panorama.  Que Dios nos coja confesados con esta mala gente.


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