Revista Política

Los jueces: reflexiones sobre la labor de juzgar

Publicado el 09 septiembre 2010 por Romanas
Esto de escribir, por lo menos para mí, es una auténtica aventura, porque, esta mañana, cuando me levanté, lo hice con el propósito de escribir sobre el problema que tienen los jueces en el ejercicio de su actividad profesional, y escribí las siguientes notas:Etica y moral, los jueces en su laberintoNo juzguéis y no seréis juzgadosEl que esté libre de pecado que tire la primera piedra.Pero me ha sucedido como casi siempre, desde la primera palabra del post éste ha decidido discurrir por un camino completamente distinto al que yo me había propuesto. He aquí lo que, en realidad, he escrito:Siempre he dicho que los jueces son una gente especial, unos hombre capaces de maltratar a su esposa y luego condenar a otros por hacer lo mismo.Garzón quiso ser ministro con González, no lo consiguió y abandonó el Gobierno a toda prisa para procesar a sus compañeros Barrionuevo, Rafael Vera y otros a los que colaboró decisivamente para que terminaran en la cárcel. Hoy es él el que va a sentarse próximamente en el banquillo de los acusados, según acaban de decidir por unanimidad los 5 jueces componentes de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.Mañana, si la acción interpuesta ante un Tribunal argentino prospera, puede ser el juez Varela, el azote de Garzón, el que sea azotado también como juez prevaricador.¿Entonces?Si se me permite, contestaré con otra pregunta: ¿cómo puede un hombre, que no es sino un montón de prejuicios, fobias, filias y asquerosas debilidades, juzgar decisivamente a otros hombres, no sólo provocándoles su ruina económica sino también, en el caso de aquellos países en los que se admite la pena de muerte, privándolos del bien sagrado que es la vida?Y, sin embargo, se hace. El universo entero se organiza en torno a la llamada jurisdicción que no es sino la facultad que los Estados civilizados del mundo otorgan a unos miembros de su organización administrativa para que juzguen a otros semejantes suyos que sólo han cometido el auténtico crimen diferenciador de dejarse coger los dedos en las apariencias delictivas.O sea que es sólo la incapacidad de los sujetos pasivos de la jurisdicción para camuflar u ocultar el rastro delictivo de sus conductas punibles lo que diferencia, en última instancia, a un delincuente del juez que lo juzga.Es una desoladora conclusión que, a primera vista, favorece las tesis de nuestro amigo recién incorporado, Alienado, cuando sostiene las tesis marxistas de que el progreso humano revolucionario tendría como fin de la evolución histórica la conformación de una sociedad sin Estado en la que la justicia se aplicaría ¿por quién, o es que estaríamos dispuestos a vivir sin la justicia?Espero con verdadera impaciencia que nuestro buen amigo nos abrume, como siempre, con abundantes citas bibliográficas que, sin duda, por lo menos a mí, me abrirán campos de luz en una materia en la que, por ahora, me debato en la más absoluta de las oscuridades.

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