Repartos de países y viejos resquemores
En 1919, tras la guerra más devastadora que había conocido la humanidad hasta esa fecha, las potencias vencedoras se reunieron en París para establecer las condiciones de la paz. Este es el marco geográfico y temporal en el que se desarrolla Los jugadores, la novela de Carlos Fortea, publicada por Nocturna Ediciones en su colección Noches blancas.Fortea nos da en un párrafo de su libro una vívida descripción de lo que fueron aquellos días:
A la mortandad sucedía la vida y en medio de esa vida, aquella multitud de trasterrados que ocupaba los hoteles de la ciudad dedicaba las horas del día a planes económicos y diseños políticos, trazado de fronteras y discusiones protocolarias, repartos de países y personas y viejos resquemores entre antiguos aliados y las noches, a una loca confraternización interclasistasin formar parte ni de los ganadores ni de los perdedoresEn esta novela, que según el autor “no es una novela histórica, sino de ambientación histórica” nos encontramos una amplia galería de los personajes que protagonizaron esa Conferencia de Paz; unos reales (como el presidente Wilson, Clemenceau, Lloyd George, Keynes, Churchill) y otros muchos ficticios pero que bien pudieron existir. Por nombrar algunos del segundo grupo: Jeff Payne, el idealista miembro de la delegación norteamericana, Christoph von Klettemberg, un noble oficial de los ulanos austriacos, y también Jarkov el bolchevique y Tatiana, la rusa blanca… Entre los personajes imaginarios, destacan los españoles —un especulador y su amante, un agente del gobierno y un par de periodistas—; los hijos de una España que, habiendo sido neutral durante la guerra, se encuentran en la difícil situación que Fortea define por boca de uno de sus personajes:
Unos ganan las guerras y otros las pierden, unos compran y otros venden, y los que llevamos ya mucho tiempo sin formar parte ni de los ganadores ni de los perdedores nos llevamos tanto las migajas como las tortas de unos y otrosUna España que después de no haber sido capaz de convertir en inversiones productivas las ganancias obtenidas gracias a la neutralidad en la guerra, se enfrenta ahora, ante la competencia de las potencias ultramarinas como suministradoras de bienes de consumo a mejor precio, a la precariedad económica y al descontento social que ésta conlleva, y que culminarán finalmente con la caída de la monarquía y la guerra civil.Y como trasfondo de las luchas enconadas entre las potencias que aspiran a imponer sus intereses —Italia y Japón sus irredentismo, Gran Bretaña sus intereses comerciales, Francia el afán de aplastar definitivamente a Alemania a través de sus imposiciones económicas, territoriales y de desarme—unos misteriosos asesinatos que se ceban en agentes secretos de las delegaciones; investigación que realizan, sorteando las dificultades impuestas por el secretismo oficial, el comisario Retier y su ayudante Délou.En definitiva, una época apasionante la narrada en esta novela, tanto por lo que fue como por las consecuencias que para el mundo posterior tuvo aquella Conferencia de paz de París, de la que alguien dijo, como se transcribe en la novela:
Se sabe quién ha ganado la guerra; pero ¿quién está ganando la paz? Cada día que pasa se extiende la impresión de que los distintos participantes en la tan esperada conferencia de paz persiguen objetivos que, si no incompatibles, resultan al menos tan divergentes como los intereses de la luna y el sol
Y valga como homenaje, en estos días de dolor, a la hermosa ciudad que ha sido, es y será emblema de los valores occidentales, que acabemos esta reseña con la frase de Hemingway que Carlos Fortea, premonitoriamente, utiliza para iniciar su novela: «París no se acaba nunca». Que así sea.Nocturna, 2015Compra en Casa del Libro
José María Sánchez Pardo