De las promesas a los hechos, en el caso de Obama, hay demasiado trecho. Este hombre que consiguió el Nobel de la Paz, sobre todo por haber manifestado terminar con la impunidad de Guantánamo, inició su marcha atrás, apenas subió al trono y hoy su estatua pacífica está en estado ruinoso y no admite rehabilitación alguna.
Guantánamo era el lugar donde, en aras de una presunta culpabilidad, se daba por prescrita la presunción de inocencia. No importaban las pruebas, entrar en Guantánamo era ya, ser culpables, sin juicio, el trato que se recibía está demostrado que era aberrante, violento y se conculcaban los mínimos derechos de los presos.
Luego, vino Obama y prometió, juró y perjuró que en un año acabaría con la prisión vergonzosa de Guantánamo. Después, hace meses ya dijo que la cosa iba para largo, pero que se realizarían juicios civiles para los presos allí encerrados. Y ante la imposibilidad del cierre de la prisión, empezó a quitarse el muerto, repartiendo presos inocentes a varios de sus países lacayos, a España le han tocado cinco.
Ahora, la cosa está clara, se ha vuelto a la era Bush y los presos serán juzgados por tribunales militares. Esto es, juicios donde la defensa no es tal, donde los jueces parten de presupuestos de culpabilidad del reo, donde no se respeta la presunción de inocencia, donde las posibilidades de defensa son mínimas.
Pero ahí sigue, orgulloso de ser el hombre más poderoso del mundo, de ser Nobel de la paz, de dirigir el mundo. Y es que ya está en su sitio, el sitio del poder, el trono heredado por Bush.
No sólo no cierra Guantánamo, sino que después de hacer esperar durante años a los presos, en situación de depravación y vergüenza, hace que les juzguen tribunales militares. Todo un ejemplo de justicia. Bien por Obama el pacifista.
Todo esto me hace pensar en uno de esos eslóganes que se pintaban en las paredes, en los años setenta: La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar a la música. Y Obama de director de orquesta.
Salud y República