La sal es el elemento que utiliza el artista japonés Motoi Yamamoto para componer sus instalaciones, ya que le gusta su textura y plasticidad. En Japón la sal es un medio muy importante de purificación en los ritos tradicionales. Yamamoto entiende cada grano de sal como un fragmento de vida, representa su naturaleza fugaz y efímera, y así aprendemos que la vida es un proceso de acercamiento a la muerte. Sus efímeras instalaciones requieren una minuciosa elaboración, gran detalle y paciencia. Sus obras son extensas, cubren pisos enteros con sus elaboradísimos patrones. Los motivos que representan nos recuerdan a los mandalas tibetanos, a laberintos bizantinos, a mapas metereológicos de tifones, esquemas cerebrales, ramificaciones de agua, etc.
El porqué de su obra tiene un origen muy personal. Su hermana murió de cáncer cerebral y esto hizo que Motoi abandonara su trabajo en la pintura tradicional para buscar otro medio de expresión. En la cultura japonesa la sal es un material funerario destinado a ayudar a limpiar el dolor, pero en la obra de Yamamoto también tiene un trasfondo que habla acerca de la vida y del paso del tiempo. Detrás de la gran belleza y tranquilidad de sus obras se esconde algo inefable e infinito.
Según Yamamoto dibujar un laberinto con sal es como seguir un rastro de su memoria, lo que busca es capturar un momento y congelarlo, algo que no se puede lograr a través de imágenes o escritos. Lo que busca es tener la sensación de tocar un precioso recuerdo.
¿Qué os parece su obra?