Quiero mucho a los Simpsons y es precisamente ese amor el que me impedía ver que gradualmente esta obra contemporánea de la animación se encuentra lejos de sus años de gloria. Tan triste es su situación que ahora recurren a segmentos iniciales extendidos en donde artistas gráficos, pintores y cineastas famosos brindan un toque especial a otro mediocre episodio.
Antes el rango era de un capítulo bueno por dos regulares, en el actualidad llega a casi toda una temporada de 20 episodios por uno que valga la pena. Es cierto que todavía hay chascarrillos entre cinco minutos de tratar de comprender en que otro concurso Homero se inscribe, pero no es lo mismo. Se nota en los libretos, los invitados forzados y las historias redundantes; ya los Simpsons se están cayendo en pedazos.
En vez de ser causar celebración el haber logrado 550 episodios al aire, en donde varios de ellos ni tan siquiera han sido traducidos por contenido incompresible para el resto del mundo que no sea Estados Unidos, tenemos un episodio que me provocan más puntos de reflexión, en vez de halagos.
Es cierto que desde el inicio existe más un parecido con la película Lego, pero hay que comprender que el episodio celebratorio tomo 2 años en ser producido… y se nota. Hace mucho tiempo que no veía tanta creatividad tanto en su animación, como en su libreto. Fue como un cubetazo de agua fría recordándome porque quiero a esta familia y al mismo tiempo deseaba que esto fuera constante. Lamentablemente se que esto no es permanente, la próxima temporada serán otra veintena de episodios con tramas redundantes y uno que otro detalle donde harán noticia de algún medio de comunicación con falta de contenido. Hay que hacernos a la idea de que Los Simpsons deben morir.
Sin duda es difícil de aceptar un mundo sin el relleno de programación para varios televisoras alrededor del mundo. Ese fenómeno de inicios de los noventas con figuras amarillas que cautivo a la audiencia, a dado paso a un nuevo género con nombres como Family Guy, South Park y Futurama. Su contribución a la historia de la televisión esta garantizada; lo que no su dignidad. Alguna vez esto fue Bart, ahora se ha transformado en el fastidioso abuelo Simpson.
Los motivos por el que este programa sigue no se debe a que tienen muchas historias que contar como dice su canción, es simplemente que la cadena FOX sigue ganando millones de dólares. Mientras los rating sean decentes en domingo por la noche, la serie se venda a otros países y la mercancía por tan ridícula que parezca desaparezca de los estantes; Los Simpsons seguirán… seguirán y seguirán hasta que Burns este en un cuerpo de máquina y Smithers sea su perro.
Pero si la idea de terminar con Los Simpsons es demasiado radical, entonces existe la posibilidad de solucionar la decadencia al reducir el número de episodios por año o hacer un especiales. Esta comprobado que es necesario tiempo para producir un producto de calidad, sucedió con su película que tomo años en salir a la luz y ahora con este especial de Lego.
Hay que reconocer que todavía hay talento, además de ingenio para crear historias que valgan la pena. No por nada existen otras series de animación, es solo que se requiere enfoque para recobrar un poco de la gloria con la que recordamos las primeras temporadas. Tristemente no podrá llegar a ser el mismo programa que ha sido nombrado el mejor de los tiempos por varias revistas especializadas, porque son otros tiempos, temáticas o situaciones que explorar que no han sido aprovechados por el talento actual como lo fue cuando estaban en la mesa de guionistas Mike Scully, Sam Simon, David M. Stern, John Swartzwelder y hasta Conan O’Brien.
Estos podrían ser los últimos años de una serie que se rehúsa a morir y está aún en libertad de decidir su destino. Espero que lo haga de forma triunfal y no porque se desaparezcan las voces que dan vida a los personajes en el Triángulo de las Bermudas.