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Los leones del Palacio del Congreso de Diputados de Madrid

Publicado el 13 septiembre 2024 por Rmartin
Los leones del Palacio del Congreso de Diputados de Madrid

Muchos de nuestros amigos lectores no se extrañarán al oír los nombres de Daoiz y Velarde. Tampoco lo harán muchos de los que alguna vez, por alguna causa, han tratado o estudiado el periodo de nuestra Guerra de la Independencia. Si esa que mantuvo a nuestro país en vilo desde 1808 hasta 1814, aunque, en mi modesta opinión, empezó antes y terminó después. Pero los nombres de Malospelos y Benavides, o Hipómenes y Atalanta, puede que reduzca un poco ese grupo de lectores.

Déjenme ayudarles: Daoiz y Velarde son los nombres de dos valientes defensores de la soberanía nacional, cuyos nombres eran: Luis Daoiz Torres y Pedro Velarde Santillán. Pero en este caso son los nombres de esos fieros leones que forman parte de la fachada del Congreso de Diputados de España.

Si, ese lugar donde se debe legislar, aprobar o desaprobar leyes, y que, en la actualidad sirve cada día más para peleas, gritos, malos modos e incluso faltas de educación y decoro. Pero permítanme que me centre en dicha fachada y particularmente en esos dos fieros leones que parecen proteger el edificio.

A lo largo del artículo podremos conocer el por qué de llamarles Daoiz y Velarde, y también por qué he hecho referencia a Hipómenes y Atalanta.

El Edificio de las Cortes

En el año 1834, con un régimen liberal instalado en el país, una vez muerto Fernando VII —que tanta paz lleves, como descanso dejas —, el gobierno moderado presidido por Francisco Martínez de la Rosa decidió celebrar sus reuniones en la iglesia del convento del Espíritu Santo, de la Congregación de los Clérigos Regulares Menores. Y así fue, hasta que, al asumir el Partido Progresista el poder, se tomó la decisión de construir un nuevo edificio que sustituyera el vetusto y dañado edificio religioso. Justo enfrente de la plaza de las Cortes. Tras diversas vicisitudes que podremos tratar en otro artículo, el edificio fue inaugurado por la reina Isabel II, el 31 de octubre de 1850. Tengamos en cuenta que durante los siete años que duraron las obras, las reuniones de los diputados se celebraron en el Salón de Baile del Teatro Real de Madrid.

Los leones del Palacio del Congreso de Diputados de Madrid
Los leones del Palacio del Congreso de Diputados de Madrid

Pero vayamos con los leones que es a lo que hemos venido

La fachada creada por el arquitecto de todo el Palacio fue don Narciso Pascual y Colomer, que diseñó una fachada con ciertas reminiscencias renacentistas, con seis columnas de estilo corintio, que soportaban ágilmente un frontón triangular con un bajorrelieve que representaba a España con la Constitución, y a sus lados una serie de alegorías obras de Ponciano Ponzano.

En los lugares hoy ocupados por Daoiz y Velarde (los leones, claro), se colocaron dos sencillas farolas que iluminaban la escalinata de acceso a la puerta principal. Los parlamentarios pusieron el grito en el cielo. ¡Faltaría más, dos indignas farolas! Y presionaron a Ponciano Ponzano para que presentara algún proyecto más adecuado al edificio. Ponzano inspirándose en un edificio de su natal Zaragoza, cuya fachada estaba revestida por dos gigantes, propuso colocar a la entrada del Congreso dos impresionantes leones de largas melenas.

El proyecto fue del agrado de todos, incluido el Gobierno, lo que no fue de tan agrado fue el precio que supondría hacerlos en bronce.

—Bueno pensó el artista. Esculpió dos modelos de leones, hizo sus correspondientes moldes de yeso y les aplicó una pintura de bronce. En 1851 se colocaron una a cada lado de la entrada, sobre un pedestal y junto a las dos farolas. Pero, pasado un año, los leones empezaron a presentar los efectos de estar a la intemperie. De nuevo los parlamentarios y la opinión pública mostraron su indignación, reclamando que fueran fundidos en bronce. Ponzano que estaba en la cumbre de su fama, y al que el Gobierno debía cantidades de dinero de trabajos anteriores, presentó un presupuesto tan elevado que era imposible de aceptar.

El Gobierno, entonces, encargó el trabajo a José Bellver, el cual al cabo de dos años presentó sus dos leones realizados en piedra al Gobierno, el cual consideró que parecían más dos mansos gatitos que dos fieros leones, representativos de la Monarquía Española, por lo que fueron vendidos al marqués de San Juan y enviados al jardín de Monforte de Valencia.

Entonces se pidió ayuda al Ejército consultando si los dos moldes hechos por Ponzano, se podrían fundir en la fábrica de artillería de Sevilla, y la cosa quedó en estudio. Pero los cambios en el Gobierno y el ambiente político enrarecido prolongaron el estudio otros dos años más. Se llegó a proponer fundirlos en París, pero Isabel II en un envite patriótico, ordenó que se fundieran en Sevilla, costase lo que costase.

Se llamó a Ponzano, llegando a un acuerdo y pidiéndole que cada uno de los leones descansara una pata delantera sobre una esfera. Años atrás el general Leopoldo O’Donnell mandó transportar unos cañones de bronce incautados en la Batalla de Wad-Ras en la guerra contra Marruecos (1859-1860), junto a las llaves de las puertas de la ciudad de Tetuán a Sevilla. Las autoridades sevillanas pensaron convertirlos en un monumento que ensalzara los actos heroicos del Ejército Español, pero al final se decidió fabricar los dos leones para el Palacio de Las Cortes.

En 1865, los dos leones de 2219 kilogramos y 2668 kilogramos se presentaron, siendo aceptados por la prensa.

Curiosidades finales

Las colas de ambos leones tienen posiciones diferentes.

Uno mira hacia la derecha y el otro hacia la izquierda.

El situado a la izquierda muestra sus partes nobles mirando hacia Las Cortes, mientras el de la derecha, más vergonzoso, las tiene ocultas.

Cuando los leones llegaron a Madrid, arreciaron las discusiones, ya que algunos políticos consideraban que no se podían usar unas estatuas que partían de un botín de una guerra impopular contra Marruecos, proponiendo venderlos, tal y como se había hecho con los de Bellver.

Se necesitaron otros siete años para, gracias a la mediación de Federico Madrazo y al marques de Cubas, llegar a un acuerdo, y en 1872 ponerlos en sus respectivos lugares, y esta vez sin farolas.

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Ramón Martín


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