Revista Cultura y Ocio
Mi hermano Miguel, que conoce bien mi afición por los caminos y mis experiencias en ellos (algunos los hemos recorrido juntos), me regala, allá por mi cumpleaños, un relato de peregrinación. Ya lo hizo en otra ocasión con "Peregrinatio" de Matilde Asensi y lo hace ahora con "El Camino inmortal" de Jean-Christophe Rufin.
Reconozco que los libros en primera persona y especialmente los autobiográficos, a poco que el autor merezca la pena, me encantan. Las biografías, las reflexiones personales, la propia perspectiva del escritor me interesan; me parecen más valiosas que las historias de ficción, o la impostura de muchas obras escritas en tercera persona. Daremos por supuesto que el autor no miente ni inventa (mucho suponer, desde luego) cuando habla de sí mismo así que -con la presunción de veracidad- todo se vuelve más auténtico, más vital. Me sumergí en su relato de peregrino esperando contrastar experiencias, contraponer opiniones, comparar perspectivas... Para mi sorpresa muchas de las impresiones que refleja el autor coinciden con las mías. Sus análisis de las motivaciones de los peregrinos, sus descripciones del paisaje y los personajes que va encontrando, incluso la progresiva transmutación del alma peregrina podría firmarlas yo mismo. De esta manera, empecé a devorar sus páginas animado por cada anécdota,, espoleado por las referencias comunes... Fui descubriendo su "buen camino" desde la perspectiva de peregrino algo experimentado (he realizado la peregrinación 5 veces y desde 4 rutas diferentes) y me sentí identificado por lo lugares y experiencias comunes. Efectivamente me reconozco en la memoria del autor, en sus sensaciones (sensoriales, espirituales, sociales e incluso religiosas) en los puntos de paso (ciudades, pueblos, monasterios y ermitas, albergues, accidentes geográficos, pasajes singulares), en sus puntos de vista (los agudos análisis de los personajes y colectivos), en el variado abanico de personalidades (peregrinos de múltiples nacionalidades, comerciantes, monjes, curas, paisanos y otros personajes variopintos pero, todos ellos, con puntos en común con los que yo he conocido) y en las inusuales situaciones que vive (albergues repletos o miserables, la naturaleza inhóspita u hospitalaria según la fortuna, la meteorología imprevisible).
Leí el libro en invierno, aprovechando las vacaciones de Navidad y la estancia junto a mis ancianos padres, con un poso de remordimiento ante las ausencias que su lectura absorta provocaba en los repetidos intentos de conversar pretendía mi madre, que tiene tan pocas oportunidades de tenerme cerca. En esas horas de lectura reviví mis andanzas por los verdes pastos del País Vasco y su amable travesía para el peregrino bastante alejada de las carreteras y por hermosos parajes, la dura y decepcionante travesía de Cantabria (mi hermano Migue Ángel, ya lo había descrito con precisión en su pesimista relato "El camino del desastre" a su paso por esta comunidad), las experiencias místicas y la belleza del tramo asturiano (El conocido como "Camino Primitivo"), el multitudinario encuentro con el Camino Francés, el extrañamiento en la llegada a la ciudad de Santiago de Compostela, más acentuado aún al ser la meta final del peregrino... Identifico personajes comunes: los sufridos peregrinos de lejanas tierras, los exóticos caminantes de aspecto singular, las riadas de turistas que curiosean al peregrino y le fotografían como a animales de zoológico, los albergueros, los comerciantes, los paisanos más o menos hospitalarios... Resucito sensaciones comunes: el cansancio, el sudor, los pies destrozados, el peso de la mochila, las incomodidades de los albergues, la comida de fortuna, la indolencia ante las prisas de la gente, la camaradería entre peregrinos, la excitación de los encuentros, el espíritu abierto, la admiración de un amanecer, la belleza de un paisaje...
Jean Christophe Rufin -el autor- empezó a escribir después de pasar años ejerciendo de médico. De hecho fue uno de los fundadores de “Médicos sin fronteras”. Más tarde estudió en Science Politique. Su primer destino como diplomático fue Brasil donde -cuenta- “no tenía mucho trabajo y gracias al dinero del gobierno francés, empecé a escribir mi primera novela”. Posteriormente fue embajador Senegal y Gambia. Con la edición de su novela "Abisinio", publicada en 1997, ganó el Premio Goncourt y el Grand Prix de la Academia Francesa. Le siguieron otras obras como Rojo Brasil (Premio Goncourt 2001), Globalia, Katiba, etc. Hasta que en 2008, Jean Christophe Rufin fue elegido miembro de la Academia Francesa. En 2013 publica "El Camino Inmortal". Este libro, que fue editado en una pequeña editorial francesa, cuenta en primera persona la experiencia del autor y su viaje a Santiago caminando los 850 kilómetros que recorren el llamado Camino del Norte. Elige tomar esta variante desde Hendaya, la menos transitada, y del modo mas anacrónico y duro: a pie y en solitario, despojado de honores, títulos y recursos ajenos a la figura anónima y humilde del peregrino según la tradición.
El libro tuvo un éxito tan grande en Francia, que acabó número uno en la lista de los libros más vendidos. A los pocos meses había superado el medio millón de ejemplares en Europa. Esto sorprendió al autor que había dado al libro un enfoque más existencial más religioso (lo que, quizás, le hubiera aportado mayor número de lectores). En la obra realiza una reflexión espiritual pero no necesariamente cristiana de la experiencia y de los hitos del recorrido: iglesias, ermitas... pero el autor señala que ha visto referencias en los libros firmados en los albergues de personas de todas las creencias: budistas, musulmanes, católicos, cristianos por supuesto... En realidad, la mayoría parece realizar el camino para estar en contacto con la naturaleza y consigo mismo y, aunque en las motivaciones se encuentran muchos puntos en común, también las hay muy variadas.
La edición en español la realiza la editorial Duomo, en marzo de 2014 y está traducida por José Ramón Monreal. El título original: "Inmortelle randonée. Compostela malgré moi" se transforma en "El Camino Inmortal", un título más pomposo y equívoco. Sorprende que un autor de reconocido prestigio y fama mundidal como J-C Rufin se embarcara en un viaje de incógnito, solitario y a pie, por un país vecino en una ruta donde priva el anonimato, la austeridad y la insignificancia ante a la grandeza de una gran ruta (casi mil kilómetros de travesía). Destaca el autor que se embarcó en el proyecto casi por casualidad, empujado por una serie de circunstancias imprevistas. Tomó las cosas como le venían y no se arrepintió: "Cuando partí para Santiago no buscaba nada y lo encontré" dice en su portada. "A lo largo del relato se revela como un observador lúcido que retrata con sentido del humor su travesía. Coloridos retratos, anécdotas divertidas, un delicioso ejercicio de autocrítica para quienes van a la búsqueda de nada y les mueve la pasión de seguir caminando.". La crítica ha alabado su obra y los lectores han avalado con su adquisición masiva esta obra. La razón es que, sin pretensión alguna, acaba sorprendiendo y divirtiendo. No nos aburriremos ni un minuto y, además, nos hará pensar. Algunos otros, además, nos reconfortaremos con los recuerdos compartidos.
Como yo, humilde escritor de varios relatos de peregrinación, Rufin no escribió un diario, no anotó sus comentarios sobre la marcha; sino que, semanas después de terminarlo, pescó en las aguas ya reposadas del recuerdo para contarlo. Posiblemente, en la distancia, se ven las cosas de forma diferente: "Y es escribiendo que yo hice el verdadero camino. Esta el Camino físico que es cuando uno lo realiza, y luego está el camino literario que me permitió darme cuenta de mi cambio. En el desprendimiento de las cosas. En mi deseo de querer ir a lo esencial."
NOTA: Propias experiencias como peregrino y las de mi hermano Miguel Ángel están recogidas en un libro publicado en Bubook. No me arrepiento de los esfuerzos que su redacción y edición me ocasionaron; los recuerdos preservados, las sensaciones revividas merecen la pena. Hoy he vuelto a releer "El Camino Primitivo" escrito y realizado en el año 2000. Las sensaciones de los peregrinos, a 14 años vista, me revelan que las experiencias del camino son intemporales y comunes; al tiempo que profundamente personales.