¿Y si Baroja narró nuestro presente desigual hace cien años? La eterna derrota de los mismos en un combate sin tregua que enfrenta a ricos y pobres en una sucesión de decorados. Lucen móviles los jóvenes ‘ninis’, no llevan chistera los ricos, pero lo esencial permanece: una minoría domina el presente y posee el futuro. Lo leímos, lo sentimos, lo olvidamos. Reme, Doña Remedios para las vecinas más educadas, lleva perdiendo la Gran Guerra setenta años. Atrapada en una barriada de ‘nanocasas’ construidas para los vencidos en la ‘Gran Bronca’, viuda de un hombre que nunca la supo amar, Reme despierta un día de su vida gris gracias a un mensajero vago que no encuentra en casa a su destinatario. “La caja de los libros repentinos llegó con cincuenta años de retraso, pero justo en el momento oportuno”. Y Reme los hace suyos de la única forma posible.
“Sin otra cosa que hacer, abrió ‘Historia de una escalera’, leyó los tres actos de un soplo, y tuvo la sensación de que en un batir de páginas desaparecían cuarenta años de su vida”. Reme lee a Buero y sigue con Baroja, Clarín, Blasco Ibáñez, Valera, Pérez de Ayala… en esas ediciones de Austral que llegan una mañana a su casa en una caja destinada a un profesor de mirada triste que nunca los reclamará. Reme lee los cincuenta libros – “ordenados según la complejidad de las frases iniciales, ése era el criterio” – y encuentra las palabras que le permiten comprender todas las tristezas que sintió y nunca supo explicar. Reme lee y se convierte en una “vieja comelibros”, siempre hambrienta para sorpresa de la bibliotecaria del barrio que nunca tuvo lectora igual. Reme devora un libro tras otro y descubre que ella y sus vecinos llevan perdiendo la Gran Guerra demasiado tiempo.
“Reme era la vieja loca pero también la vieja médium, la que se entera de lo que ocurre y sabe palabras que los demás desconocen (…) Las vecinas no eran analfabetas, no firmaban con el dedo, pero ninguna acudiría a los libros para tapar la angustia del tiempo perdido”. Están enganchadas a esa ‘siemprencendida’ que ya aparecía en ‘Nada es crucial’, tanto como sus hijos dependieron una vez de la heroína. Reme, Anita, Robe, los personajes que protagonizan la primera parte de ‘Los libros repentinos’, viven en las mismas coordenadas emocionales que Lecu y Magui, habitantes del Mundofeo de esa siempre sorprendente primera novela de Pablo Gutiérrez. Pero su presente es el de la crisiestafa, el mismo en el que habita Marco, el protagonista de ‘Democracia’, la segunda novela de este escritor que nació en Huelva, estudió en Sevilla y enseña literatura en un instituto gaditano. Un narrador que ha logrado tener un estilo inconfundible y ha asumido la valentía de novelar nuestro presente, un escritor que empatiza con sus derrotados y – pongamos un pero – es despiadado hasta la caricatura con sus vencedores.
‘La sensualidad pervertida‘ (Baroja), ‘La rebelión de las masas‘ (Ortega), ‘Historia de una escalera’ (Buero) y ‘Aurora roja’ (Baroja, de nuevo) dan título a las cuatro partes de esta novela que Gutiérrez cose con citas de estos autores, pero también de Lorca, Clarín, Valle, Galdós, Machado, Unamuno, Hernández… esos clásicos a los que – probablemente tú, con toda certeza yo – hace demasiado tiempo que no hemos vuelto. Haría falta un Shazam literario para descubrir sin tener que teclear en el ‘todolosabe’ las citas completas. “Se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general, es absurdo” cita Gutiérrez a… La victoria de su relato es tan imposible como la rebelión de sus protagonistas: “…en sus novelas había aprendido (Reme) que todos los acontecimientos conducen a un desenlace ya previsto“. No, tampoco ésta es la gran novela de nuestra crisis, pero vale la pena sumergirse en sus páginas para acercarnos a la vida de los derrotados de nuestro presente, siempre habitantes de una ciudad extramuros aunque las murallas sean invisibles.
‘Los libros repentinos’. Pablo Gutiérrez. Seix Barral. Barcelona, 2015. 266 páginas, 18,5 euros.
Pd. Si pincháis aquí, podéis leer las primeras páginas de la novela.
Pd. 2: Salvo el retrato de Reme, que encabeza estas líneas, la foto y el logo de la anciana con spray, son de Lata 65, un colectivo de jubiladas lisboetas que han encontrado en el grafiti una forma de expresarse. Las descubrí cuando leía ‘Los libros repentinos’ y enseguida las asocié a Reme y su rebeldía literaria.