Decía Moncho Alpuente, en una de sus
bromas tan llenas de verdad, que la Tercera Guerra Mundial le había quedado muy
bonita a Angela Merkel. Sin que apenas nos hayamos dado cuenta, Alemania –y los
lobbies empresariales a los que representa su gobierno- ha logrado transformar
la crisis bursátil de 2008 –una crisis que afectaba, exclusivamente a la
economía no real- en un escenario de tierra quemada. Es el fin de Europa tal y como la conocíamos. Y así como en el 14
lo fueron los Balcanes, y en el 39 lo fue Polonia, la batalla importante y
ejemplarizante de esta tercera contienda ha sido Grecia. La diferencia es que
los derrotados no han sido los vencidos ciudadanos griegos –que también-, sino
todos los partidos de izquierda parlamentaria europeos. Ora pro nobis.
La victoria, por su
parte, ha caído del lado de una idea: la de una Europa de carácter privado.
Allá donde antes podían reinar diferentes modelos de Estados de Bienestar, poco
a poco se podrá aplicar sólo uno: el Estado
del no-Bienestar. Éste consistirá en la privatización de los servicios
básicos y la reducción de los empleados básicos del gobierno y de las
Administraciones públicas al mínimo, mientras que los altos directivos y
asesores externos se multiplicarán. Mucho coco pensante, poco músculo para
ejecutar, que para eso se subcontrata a una empresa privada –de un amigo o de
libre concurso, es igual- con sueldos de miseria. La precaridad.
Los Derechos Humanos, y
aquello que antes se daba en llamar Derechos Fundamentales, quedarán así
supeditados a las partidas presupuestarias de cada Administración. Puede que
Ud. tenga derecho a una vivienda digna, pero este año ya se ha acabado la
partida para ayudas al alquiler. Podrá volver el año viene, con suerte.
Las políticas de empleo
en esta nueva Europa consistirán en garantizar la libertad de los ciudadanos
para poderse cambiar de empleo. Es decir, la precariedad está aquí, y ha venido
para quedarse. La diferenciación entre el ámbito formal de trabajo –contrato,
seguros sociales, prestaciones, etc- y el ámbito informal –el trabajo en negro,
sin contrato, sin derechos- se irá diluyendo hasta permitir a las personas
entrar en uno y otro indistintamente con tal de llegar a cubrir los gastos del
mes.
Y todo ello sin
alternativa política. El verdadero derrotado de la crisis griega de Syriza ha
sido el proyecto de las izquierdas de reconvertir el modelo europeo en una
Europa Social. Que quede claro: esta
Unión Europea no se puede reformar. Cuando Grecia ha acudido a Europa
dispuesta a pagar sus deudas, pero con la petición de poder garantizar a sus
ciudadanos las necesidades más básicas, ésta le ha contestado con un No tan
estruendoso que ha hecho caer de rodillas el proyecto reformista de las
izquierdas europeas. El límite de las izquierdas dentro de la UE lo ha marcado
la batalla griega. No éramos conscientes de qué nos estábamos jugando todos
allí, pero resulta que el Eurogrupo activó todos los mecanismos para obligar a
claudicar a una timorata reformista griega. Llegando a ordenar al Banco Central
Europeo que creara un corralito durante los días previos al referéndum de
Julio. Y El País preocupado por la falta de papel higiénico en Venezuela, ya
ves tú.
Oskar Lafontaine,
político alemán de izquierdas, ha
escrito un artículo a raíz de las nuevas elecciones generales griegas que
ha estado circulando estos días. En él defiende el fin del euro y la
descentralización paulatina –renacionalización, en realidad- de las
competencias que los Estados han ido cediendo a la UE durante estos años. En
realidad, lo que Lafontaine propone es
finiquitar este proyecto de Unión Europea. Y lo hace desde el punto de
vista de quien piensa que aún hay algo que salvar en él, desde la voluntad de
reformarlo sin líneas rojas –como podría ser la necesidad de salvar el euro.
Los gobiernos del Sur de
Europa están paralizados. Llevan cuatro o cinco años –según el caso- aplicando
políticas dictadas por Europa. Es decir, Rajoy,
el pobre, ha de quedar exculpado de estos
cuatro años de gobierno. No ha hecho nada que no estuviera obligado a hacer
por los
compromisos que firmó a cambio de aquellos 100.000 millones de euros
-100.000.000.000€ con cargo a la deuda pública ¿queda claro?-, gastados para
arreglar a la banca amiga. ¡Él no es culpable, lo es Europa! En todo caso, es
cómplice de connivencia.
Vivimos momentos de poner
a la ciudadanía delante del espejo y decirles: “la reforma no funciona”. Que se
vaya al carajo la centralidad. Son momentos que necesitan valentía política más
allá de la demoscopia –hola Pablo Iglesias. Es imprescindible que en las
elecciones generales de 2015 –y también en las catalanas- alguien sea capaz de
transmitir el mensaje de que Europa está
acabada, y de que la única manera de no verse arrastrada por su caída consiste
en ser el primero que salte. También caeremos, y será difícil. Pero salir
primeros y a tiempo, ser capaces de poder reconstruir nuestra economía a través
de políticas diferentes, nos permitirá salvar lo que nos queda de Democracia,
construir un Estado de Bienestar propio y aumentar nuestras libertades
individuales y colectivas. Son momentos de liberarnos de las cadenas del
colonialismo europeo, de reindustrializarnos gracias a la economía verde y la
economía social.
Hoy, dice Rajoy, ya nadie
habla de la salida de España del euro. Hoy, la izquierda ya está muerta.
Foto: Teemu Mäntynen