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Los límites de la literatura infantil y juvenil

Publicado el 26 octubre 2012 por Rusta @RustaDevoradora
Los límites de la literatura infantil y juvenil Hay quien piensa que la literatura infantil y juvenil (LIJ) no debe sobrepasar ciertos límites en cuestión de violencia, temática gore, sexo, enfermedades y asuntos problemáticos en general. Los motivos: no herir la sensibilidad del niño/adolescente y transmitirle un mensaje esperanzador; nada de negatividad. Aunque desde la distancia nos pueda parecer imposible que en pleno XXI la gente se escandalice por estos temas, la realidad nos muestra que así es. Sin ir más lejos, la aclamada trilogía Los Juegos del Hambre ha suscitado polémica por la narración de muertes brutales y por reflejar una guerra con toda su crudeza en su desenlace. También resulta llamativo lo que explica Jorge, librero de profesión, acerca de padres que se han negado a comprar El diario rojo de Carlota a sus hijos de dieciséis años porque habla de sexo (ver comentarios de este artículo).
Personalmente, soy totalmente contraria a esta mentalidad. En primer lugar, porque tanto los niños como los jóvenes ven cosas peores en la televisión, en la calle o en su propia casa: crímenes, desalojamientos, peleas callejeras, malos tratos, escenas de películas subidas de tono... ¿Qué sentido tiene edulcorarles la realidad en los libros? Algunos me dirán que eso mismo, proporcionarles evasión. Sin embargo, pienso que los temas controvertidos pueden convivir sin problemas con aquellos más triviales; no hay necesidad de eliminarlos ni de prohibir su lectura.
Me considero muy afortunada porque mi familia nunca me dijo «No leas esto». Recuerdo que a los ocho años leí un libro llamado La ciclista Caterina, de Joaquim Carbó, una historia realista en la que los padres de los protagonistas mueren en el primer capítulo. En ese momento me impactó tanto que no fui capaz de avanzar, pero unos meses más tarde lo retomé y me acabó gustando mucho, entre otras cosas porque esa tristeza del comienzo se convierte en un mensaje esperanzador al final. Esto me parece fundamental: a través de un tema duro se puede transmitir ánimo e ilusión; no todo tiene por qué ser destructivo.
En conclusión, a mi parecer el único límite que debe tener la LIJ es el sentido común, es decir, a un niño de nueve años no se le puede dar una novela que hable de sexo porque no va acorde con su edad, pero un libro que hable de una situación difícil con un tono adecuado y un trasfondo reconfortante le puede gustar tanto o más que una historia en la que todo es de color rosa. Con los adolescentes soy más permisiva: pienso que a partir de cierta edad (15-16 años) se puede leer de todo (el único límite que establecería es la dificultad de la lectura), así que no comprendo cómo es posible que haya padres que se escandalicen por casos como los que he comentado al principio.
¿Qué opináis vosotros?

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