He tardado… Ya no soy una lectora ávida que devora libros (en papel) con ansias de vivir en mi piel las aventuras de otros personajes. Pero, a un ritmo lento y pausado, la emoción que impregna el autor en sus frases, en sus párrafos, en sus capítulos terminan por emocionarte, aunque tardes una semana o dos meses en terminarte el libro.
Nuevamente, el escritor Marc Levy no me ha dejado indiferente. Iba a buscar otro libro. Un amigo virtual de Twitter me recomendó un libro, del que ya no recuerdo el nombre, y cuando encontré la última creación de Levy no pude resistirme. Tenía que comprarlo, tenía que leerlo.
Desde que descubrí a este autor gracias a mi profesora de Francés de la Escuela Oficial de Idiomas he leído casi todo lo que ha escrito. Porque emociona. Porque aprendes. Porque terminas identificándote con los sentimientos y vivencias de los personajes.
Una historia simple con un final inesperado. Con un final de película, de libro… Porque aún sigo confiando en que si la vida te trata mal llegará un momento en que te de todo lo que te ha arrebatado durante años.
Confío en que todo llega, en que todo es parte del proceso. A veces nos abandonamos al sufrimiento, nos empeñamos en no quitar la piedra del camino. Hasta que comprendemos que ese error ya está mermando tanto tus fuerzas que sientes que no podrás levantarte cuando quieras.
Por eso, aún en los momentos más complicados, más oscuros, como la protagonista del libro, hay que mantener la fe y confiar en que un día todo será como lo hemos imaginado. Y esas ganas de vivir, de alguien para quien hubiese sido más fácil abandonarse a los vaivenes del sufrimiento, no pueden tener límites. Porque nuestro límite es el infinito.
Siempre hay un nuevo punto de inicio. El comienzo puede ser cualquier día. Cualquier día que te encuentres con ganas de mirar la vida de frente y decir: “no me has vencido. Estoy aquí para luchar por lo que quiero”.
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