"Claro, es que hoy en día existe un sistema judicial que protege a las víctimas de la humillación. Los chistes que se están juzgando humillan a las víctimas, no a los agresores, y ejemplos como el de Vaya Semanita se mofaban de los agresores". Error: uno de los chistes que hemos aludido es el que se ha hecho viral últimamente de Tip y Coll y que se burla de Carrero Blanco. Por su parte, Cela, Quevedo o Arévalo han hecho chistes sin discriminar entre víctimas o agresores. Y aquí viene un punto interesante: tal y como ha señalado el portavoz de Jueces para la Democracia, Joachim Bosch, el trabajo de un juez no debe ser evaluar el grado de ofensa del supuesto ofendido, sino determinar si existía o no intención de ofender. La intención de quien emite ese chiste no es ofender a la víctima, sino hacer reír a un público. “Ya, pero es que ofende, y eso hay que castigarlo”. En la denominada Ley de Seguridad Ciudadana o "Ley Mordaza" se ha despenalizado el insulto y nadie ha puesto el grito en el cielo por ello. Ni siquiera los mismos que claman por castigar a tuiteros y raperos.En cualquier caso, ¿de verdad están ofendidas las víctimas? Bueno, veamos a una de las personas sobre las que más chistes se han hecho en este país:
.@escueldecalor @jaabellan así es y de verdad q ningún problema!! Mi chiste favorito es el q me define como la mujer explosiva ;)))— Irene Villa ☮️ (@_IreneVilla_) 13 de junio de 2015
Irene Villa dice no sentirse ofendida, pero es que además, los descendientes de Carrero Blanco hicieron un comunicado a través del cual tachaban de desproporcionado el castigo en casos como el de Cassandra. Al final, parece que los más ofendidos no son los aludidos ni sus familiares, sino personas con algún tipo de interés en que exista tal ofensa. No obstante, la demanda es un derecho, y si te sientes ofendido siempre puedes denunciar para dejar patente tu descontento. Lo preocupante no es que se produzca esa demanda, sino que se acepte.Vale, no hay ofensa, o desde luego no en el grado en el que se nos pretende hacer creer. De modo que analicemos el contexto: obviamente una persona no cuenta un chiste en un funeral (salvo alguna excepción), ni cuenta un chiste sobre el hambre en África a un pobre niño desnutrido. Los chistes que se juzgan han sido vertidos en redes sociales, donde el error está en pensar que lo que dices está pactado con tus seguidores, ignorando que cualquier otra persona tiene acceso a ello. Pero, ¿de verdad son tan graves las palabras como para que deban ser llevadas ante un tribunal que encarcele a su emisor?Muchas veces el problema es la perspectiva o la distancia con los hechos aludidos. Ya lo decía Mark Twain: "El humor es igual a tragedia más tiempo". La dificultad está en delimitar cuándo el tiempo que ha pasado es el suficiente.En 1986 tuvo lugar la explosión del transbordador espacial Challenger, que costó la vida a siete tripulantes. Dos semanas después circulaba por los países de habla inglesa el siguiente chiste: ¿Sabes cuál es la bebida oficial de la Nasa? El Seven Up. En 1997 murió en un accidente en París Diana de Gales, más conocida como Lady Di. A pesar del aprecio que le tenía todo el mundo, no hicieron falta ni semanas para que se hicieran los primeros chistes sobre el hecho.Pero el ejemplo más evidente lo encontramos en relación a los atentados de las Torres Gemelas de 2001, cuando el humorista Gilbert Gottfried, actuando en el Friar’s Club de Nueva York, aludió en uno de sus chistes al ataque tan solo una semana después. Unos breves abucheos y algunos “¡Demasiado pronto!” emitidos por el público fueron suficiente para hacer maniobrar al cómico y continuar su actuación, con éxito, hablando de otros temas. Nadie se planteó entonces interponer una demanda, un abucheo bastó, y su carrera continuó sin problemas.Y sin embargo, en 2017 estamos condenando a una muchacha a un año de cárcel por un chiste en relación a un acontecimiento ocurrido hace 44 años. ¿Cómo hemos llegado a este punto?La Audiencia Nacional fue creada en 1977 con la intención de juzgar delitos de terrorismo y grandes casos de interés y ámbito nacional. En el momento que se creó, obviamente, estaba destinada básicamente a la persecución de ETA y otras bandas terroristas como los GRAPO. Sin embargo, en los últimos tiempos hemos visto la disolución de la mayor parte de estos grupos, hemos asistido al cese de actividad de ETA y, hace tan solo unos días, a su desarme. La Audiencia Nacional ha visto entonces reducida su actividad, y buena parte de sus recursos se han destinado a la persecución de tuiteros y músicos gracias al respaldo de leyes que imponen el mismo castigo a quien hace un chiste sobre Carrero Blanco que a quien exhorta a atentar en nombre de Alá.
La situación actual en España tiene pocos paralelos en la comunidad internacional, pues se ha creado todo un marco legislativo confuso que da lugar a medidas desproporcionadas como las que estamos viendo. Santiago Lorenzo lo tiene claro: “la figura de la 'incitación al odio' es una chapuza que solo da pie a más humor". Y estamos juzgando el mal gusto a la hora de hacer un chiste como un acto terrorista y, la verdad, tampoco son tan malos los chistes.Al final, la dictadura de lo políticamente correcto a la que desde hace algunos años aludían determinados sectores conservadores de la sociedad, ha dado lugar a lo que Andrés Barba denomina “un estado de la cursilería trascendental”. Según él, “cada vez utilizamos menos ideas y más sentimientos para exponer nuestras posiciones" porque “los sentimientos son inexpugnables”. Una persona puede montar toda una función circense en torno a su supuesta ofensa y nadie la pondrá en duda, no hay debate en torno a los sentimientos.¿A dónde queremos ir a parar con todo esto? Pues volvemos al punto de partida: no debemos pensar que todo lo que ocurra contribuye al progreso. Existen marchas atrás en la historia y estamos alcanzando una. Y, por si fueran poco las medidas y condenas injustas y desproporcionadas, a nosotros nos preocupa otra cuestión que nos ha venido a la mente precisamente coincidiendo con la publicación de nuestro libro, que incluye reflexiones y alusiones que pueden herir a algunas personas: los mismos políticos y autoridades que lucen el Je suis Charlie de turno, son quienes persiguen y castigan a quienes hacen sátira y comedia. Y la sociedad no se plantea esta contradicción, sino que la acepta y la incorpora a su pensamiento por medio de una supuesta corrección política peligrosa que conduce a la autocensura y, como precisamente dijo uno de los editores del semanario satírico Charlie Hebdo, “la autocensura es el principio del autoritarismo”. Y esta es una senda que conviene desandar antes de emprenderla.