William Shakespeare es tan grande -no lo digo yo- que sus obras resisten incólumes el paso del tiempo y soportan sin perder un gramo de fascinación cualquier adaptación, por disparatada que esta sea. Andrés Lima, un director de evidente talento (aunque con una leve tendencia, creo yo, a la extravagancia) ha querido llevar una de las grandes tragedias del dramaturgo británico a la Galicia de nuestros días en la versión que se presenta en el teatro María Guerrero, dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Nos explicaba sus razones el día antes del estreno, en un desayuno informativo, y la idea sonaba bien. El Reino de Escocia sería la Xunta de Galicia y Duncan, el Rey contra el que Macbeth atenta, el presidente del Gobierno de esa Comunidad Autónoma. Macbeth y su mujer, Lady Macbeth -uno de los grandes personajes femeninos que escribió Shakespeare- serían «Los Mácbez», subrayando así el protagonismo de esta mujer en la historia. Galicia, aducía Lima, es además la tierra de las meigas, y está muy vivo el mito de la brujería que Shakespeare convirtió en uno de los ejes sobre los que pivota la obra. Así que, sobre el papel, la traslación tenía su atractivo.
«Macbeth» narra una historia de ambición de poder, de manipulación, de corrupción, algo muy presente en la clase política de ahora como en la de siempre, porque está muy presente también en la historia de la humanidad. Narra hasta qué punto está un ser humano dispuesto a degradarse para lograr algo que, a la postre, no le dará felicidad y sí desgracia. Para contar esa historia, Shakespeare la llena de sangre y de asesinatos, de intrigas y traiciones que en esta versión resultan inverosímiles -a mí me lo parecieron-. Los comportamientos de los personajes son excesivamente literales como para pensar que pudieran suceder hoy en día en el contexto en el que Andrés Lima y Juan Cavestany, el adaptador, las sitúa. Una versión igual de contemporánea pero más libre, con menos referencias locales y temporales, que amarran al espectador al contexto, hubiera sido, a mi juicio, mucho más efectiva.
Andrés Lima ha creado un espectáculo de una gran potencia; vivo, intenso y con ritmo (salvo el tramo final), pivotado sobre la pareja protagonista, Carmen Machi y Javier Gutiérrez, a la que acompañan cinco actores -Chema Adeva, Jesús Barranco, Laura Galan, Rebeca Montero y Rulo Pardo-que se desdoblan en múltiples papeles, en un malabarista trabajo resuelto notablemente por todos. Hay en algunos momentos cierta tendencia al didactismo (en la escena final, uno de los personajes va manchando las manos de todos los demás de sangre, imagino que por si el público no se había enterado de que todos, de una manera u otra, estamos manchados), pero hay rigor en un trabajo detallista, cuidado y de magnifica factura,
Lo mejor es la pareja protagonista. Carmen Machi, con esa naturalidad que regala a todos sus personajes, es una señora Mácbez sibilina, sinuosa, pasional, y su escena sonámbula estremece. Javier Gutíérrez le otorga firmeza y carácter a su Mácbez, tantas veces convertido en un pelele de su mujer; él transita desde la titubeante inseguridad del principio a la desesperada locura de la escena final, en una interpretación lacerada y punzante, de gran actor.