Cuando la felicidad llama a tu puerta. Ábrele. Obsérvala. Pero sólo por unos instantes, por si es el lobo. Y aprovecha la ocasión. Siempre es mejor dejarla pasar y que le hables cara a cara. Sin falsedades. Que las palabras salgan del corazón. Sin malentendidos. Porque cerrar los ojos no va a cambiar nada. Va a seguir ahí. Así que no tiene sentido que se vaya a llamar al timbre de otra casa. Y tapar los oídos sólo hará que tu cerebro te torture. Que es muy puto. Si las cosas puedes comprarlas con dinero, mejor no mirar demasiado el diente al caballo, pues es mejor ahorrar para aquellas cosas que el dinero no puede comprar. Porque uno se hace a porrazos. Y tantos porrazos puede que te lleve a no desear nada ¡vaya desolasión! Si no quieres acabar en un siniestro manicomio, abre tu corazón y déjate llevar por el curso natural de la vida. Porque el odio extiende su perfidia bajo una sombra negra y alargada que quema. Y no mires al destino de antemano, sino volviéndote hacia atrás.
Inspirado en frases de HARUKI MURAKAMI