Carola Chávez.
Para la gran prensa internacional no existimos, y cuando existimos es para ser malísimos, ignorantes, violentos, horrendos; bichos opuestos a la hermosa civilidad que representa una oposición que sí existe, que se llama sociedad civil, que reza, que invoca al Espíritu Santo antes de desconocer la legalidad, las instituciones, la voluntad de la mayoría. Gente bella que invoca a la muerte, que mata pendejos que luego la prensa ignora. Empresas de información que no informan porque son empresas y la información es solo un negocio y para el negocio decir la verdad sería un autoatentado.
Ya sabemos cómo actúan, lo hemos aprendido a fuerza de golpes y zancadillas durante todos estos años. Ya lo sabemos. Lo que parecemos no saber todavía es cómo zafarnos del juego en el que nos tienen metidos. La mentira dicta la agenda, el desmentido se hace imperativo, lo importante se queda en el tintero porque hay que aclarar que no dijimos esto, no hicimos aquello… y lo que sí decimos, y lo que sí hacemos, lo que construimos y avanzamos ¿quién lo dice?
Nos invisibilizan, nos autoinvisilizamos, nos dejamos.
A veces, tantas veces, casi todas las veces, siento que estamos corriendo detrás de un reguero de mentiras que va lanzando el enemigo para desviar nuestra atención. Seguimos mordiendo el anzuelo, siguen siendo nuestra prioridad en la agenda, los nombramos, los convertimos en titulares que ocupan el espacio de titulares importantes que nunca salen. Los posicionamos, les damos pantalla, les conferimos fortalezas que no tienen. Nosotros, los invisibilizados, hacemos más visibles a quienes nos niegan y nos negamos el espacio para hacernos visibles. Todo esto para nada, si no pregúntese si alguna vez los grandes medios ha rectificado ante uno de nuestros desmentidos. La respuesta es no, al menos nunca con los titulares y el espacio en primera plana que siempre tiene la mentira.
Vivimos mirando al jardín del vecino ladilla, el que suelta a su perrito para que se cague en nuestro patio. Le tomamos fotos al perrito cagón, a la sonrisa burlona del vecino, se lo comentamos a una tía, a un amigo, a la calle, a todo el mundo para que se sepa que el vecino es malvado, pero a nadie le contamos de la mata de mangos que crece en nuestro patio, de la cosecha maravillosa que viene dando. Todos conocen al perrito cagón, todos hablan de él con la boca llena de mangos que nadie menciona.
Tenemos que voltear la tortilla y empezar a decir lo que queremos, lo que nos importa, lo que nunca tenemos tiempo de decir. Que, en lugar pisar el peine mediático, lo dejemos morir de mengua. Enterremos el peine bajo una montaña de noticias, de testimonios; que millones de caras y voces nos cuenten cómo vamos construyendo el país que queremos. Contemos cómo avanzamos, contemos cómo triunfamos.