La recién elegida gran maestre de la Gran Logia Simbólica
Española, Nieves Bayo, sostiene que el mensaje de la vieja orden hace más falta
que nunca
11/06/2012
Incitatus
La víspera de la
Asamblea General en que tomará posesión de su cargo, Nieves Bayo está dando un
paseo por el centro de Valladolid cuando suena su móvil: es el pesadito del
periodista, otro más, y ya ha perdido la cuenta de cuántos van. Hay que
concertar una cita. Sí, en el hotel. Sí, a las cinco. Y de pronto, con esa voz
rotunda:
-Por cierto. Hay que
ver qué gente más atenta la de Valladolid. Qué amables, qué encantadores. Si
vieras la tribuna tan estupenda que me han puesto aquí, delante del
Ayuntamiento.
-¿Qué?
-Preciosa. Y no te pierdas
a los de la banda de música, ¡cómo suenan! Están ensayando ahora mismo, ¿no les
oyes? Todo un detalle, no me digas que no.
-Pero...
Y ahí, claro, suena
la carcajada, porque esta aragonesa de Jaca, que pasa un poquito de los 50,
tiene, entre otras muchas cosas, la virtud impagable el sentido del humor. Sabe
bien que ni la engualdrapada tribuna ni los tipos del chundachunda están allí para
ella. Están para el Rey, que presidirá el desfile del Día de las Fuerzas
Armadas justo al mismo tiempo que a ella, a dos pasos de allí, en una ceremonia
de conmovedora -por lo sencilla- solemnidad, le pongan el collar y el mandil de
gran maestre de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE): la más nutrida
organización de cuantas integran la masonería liberal española.
Es la séptima
persona a la que sus hermanos, por sufragio universal, echan sobre los hombros
ese collar amarillo que a ella le parece pesadísimo. Y no por lo grueso de la
tela sino porque, como ella dice, “aquí pasa una cosa que no ocurre en casi
ninguna otra parte: cuanto más alto estás en la organización, más trabajas,
menos duermes y más preocupaciones tienes. Cuánto he echado de menos, algunas
veces, mi época de aprendiz. Y cuánto la voy a echar de menos durante estos
tres años que vienen, me temo”.
La conversación es
difícil porque el vestíbulo del hotel es un hervidero de masones y masonas que
han llegado a Valladolid desde las cinco puntas de España (y desde bastante más
lejos: Bélgica, Suecia, Uruguay, Portugal, Suiza, Francia, muchos lugares de
Hispanoamérica, yo qué sé) y todos quieren saludar a Bebes, como la llaman;
abrazarla, hacerse fotos, darle besos o ánimos. Y ella, que es como es, tiene
un momento para cada uno, una palabra, un recuerdo, una broma, un quintal de
paciencia. Así que, como decía un viejo colega de oficio, “he hecho entrevistas
más tranquilas tirándome en paracaídas”.
La séptima persona
desde 1980 y la segunda mujer, le digo. Ella: “¿Y qué? Eso no es importante. No
significa más que una cosa: que la igualdad, en nuestra organización, funciona
con toda naturalidad. No necesitamos leyes especiales para eso. ¿Qué más da que
esto lo presida un hombre o una mujer? Nosotros trabajamos con personas”.
Democracia en peligro
Dice Nieves Bayo, en
una pausa entre achuchón y achuchón, que cree que la democracia está en
peligro. Le pregunto por qué. Y contesta: “Porque la democracia se fundamenta
en la libertad y en la dignidad de las personas. En Grecia se llamaba así, pero
hoy ya no se entiende la democracia con siervos o con súbditos, sino con
ciudadanos. Y la crisis que estamos viviendo está acabando con eso: con la
autoestima, con la dignidad de la gente. Se está agrediendo a nuestra condición
de ciudadanos libres y dignos. Eso es lo peor. No es una crisis económica, no
te equivoques: si acaso, es también económica. Pero es, en lo esencial, un
ataque a los valores que hacen que un ser humano sea digno de tal nombre. Se está
inoculando el miedo en el tejido social, en el corazón de cada uno de nosotros.
Se nos está empujando a pensar que ya no valemos nada, ni para nada. Miedo a
perder el trabajo, miedo a las represalias si protestas, a que te paguen lo que
se les antoje y no lo que vale tu trabajo. Miedo a hacer y a decir lo que
pensamos que es justo, que debe ser hecho y dicho: tú lo tienes que notar, que
eres periodista. Una democracia en la que los muy ricos hagan lo que quieran
con quienes no lo son, no puede llamarse democracia. Y hacia eso vamos. O hacia
eso nos están llevando”.
Bien, pero ¿qué
solución dan los masones a todo eso? Nieves Bayo sonríe: “Los masones siempre
hemos dicho que no nos metemos en política. Es verdad, pero eso se refiere a la
política de partido. Esto de lo que hablamos no tiene que ver, necesariamente,
con los partidos: las fuerzas que mueven los hilos son otras. Es política en el
sentido aristotélico de la palabra, es ciudadanía. Y ahí estamos, por
coherencia con nuestros principios. Esta situación está acabando, te he dicho,
con la libertad real de los ciudadanos. También con la igualdad. Y, como
consecuencia, es imposible la fraternidad. Sí, nuestra vieja divisa de hace dos
siglos. ¿Alguien se atreverá a decir que eso ya se ha conseguido, que la pelea
tiene que ser por otras cosas más modernas? Yo creo que no. Cuando se agrede a
los viejos principios, hay que reverdecerlos. Hay que volver a luchar por lo
evidente, que decía Brecht”.
Pero eso ¿cómo se
hace? La nueva gran maestre de la GLSE lo tiene bastante claro: “Mira los
efectos de lo que nos está pasando: la gente va del miedo a la apatía, al
egoísmo, al barrer para casa. Un masón jamás hace eso. Los masones somos los
primeros que no aceptamos ni damos por válido todo lo que nos están echando
encima; que no nos resignamos ni al miedo, ni a la desesperación, ni mucho
menos a la apatía. En nuestras logias se trabaja por el perfeccionamiento
personal, y eso quiere decir el estímulo del pensamiento, de la capacidad de
argumentar, de razonar, de no dejarse engañar ni permitir que se engañe a
otros. No ceder. No transigir con la injusticia. No rendirse. En las logias se
ejercita todo aquello que nos hace personas libres y dignas. Nos preparamos
para resistir el ataque a los valores propios del ser humano digno de tal
nombre”.
“Y otra cosa te digo
-concluye-: no nos podemos permitir el silencio. Creo de verdad que ya no
tenemos derecho a estar callados. Tenemos que decir en voz alta lo que
pensamos, como personas libres y como masones. Nuestro esfuerzo empieza en el
interior de cada cual, pero no se puede quedar ahí. Ahora mismo eso sería
terrible. Tenemos que levantar la voz, y ya verás si lo vamos a hacer, para
defender a todas las personas aplastadas por la crisis y por la injusticia que
genera. Hay quien dice de nosotros que somos un ‘termómetro ético’ de la
sociedad. Pues vamos a dar la temperatura cada vez que haga falta. Y vaya si
hace falta. La libertad y la dignidad están en peligro. No hay un minuto que
perder”.
Ese es su mensaje.
Aquí queda. Como se dice en los sms: Pásalo.
Fuente: TIEMPO