Creo que a partir de los 25, uno deja de pertenecer al club de los veintipocos para sumarse al club de los veintitantos. Ya están casi más cerca los 30 que los 20 y, si miras atrás, puedes ver el cambio que ha dado tu vida, como en una película que pasa a gran velocidad. Pero en vez de lamentarte, respiras hondo y valoras lo que tienes: quizá una carrera, quizá un coche, quizá un alquiler que pagar con un sueldo que quizá estés ganando en la profesión que elegiste antes de ser consciente de que lo eras. Quizá lo que sea. Al fin y al cabo, los 25 tenían que llegar.
Ya lo ibas notando, que la resaca que se te pasaba en una tarde, ahora te tiene atontado una semana; que los amigos con los que bajabas a la calle cada tarde, tienen sus propias vidas, compromisos y problemas y que ya no es tan fácil coordinar horarios y agendas; que lo que antes te parecía una montaña, ahora es un grano de arena comparado con lo que se te vendrá encima; que los pósters de estrellas del pop que colgaban de tu cuarto, ya se han convertido en reliquias; que antes te morías porque llegara el fin de semana para pegarte una buena fiesta, y ahora la perdonas por unas cuantas cañas con cuatro buenos amigos (que, por otro lado, son de los pocos que te quedan. La lista de amistades se reduce, pero la calidad se supera); que quizá una peli en el sofá con la persona que completa tu vida, vale más que las tardes en las que tus padres te dejaron ir solo al cine; que la música que atrona los oídos ya te levanta dolor de cabeza; que prefieres los locales en los que se puede hablar; que sin darte cuenta te han cambiado las prioridades; que dormir al lado de la persona a la que has esperado siempre, es mucho mejor que dormir con cualquier peluche; que empiezas a hacer listas mentales de cosas que te gustaría hacer antes del cambio de década; que no te asusta tanto la idea de tener una familia propia, que incluso te apetece, aunque poco a poco (empecemos por el perro); que antes no te daba miedo el futuro, y que ahora, que sabes que ya no está todo programado, vas a tener que convertirte en funambulista sin red; que le has cogido gustillo al café de después de comer; que estás aprendiendo, a fuerza del paso del tiempo, que la vida es otra cosa, pero que a pesar de todo, deseas exprimirla como entonces, aunque quizá haciento otras cosas, de otra manera.
Hoy cumplo 25 años y, lo reconozco, llevo unos días pensando en mi lista de cosas que hacer antes de los 30. Las cosas que he hecho antes de los 25 no han estado mal. Ojalá se sigan cumpliendo sueños, superando malos momentos a golpe de sonrisa y que la escritura siga siendo mi mayor pasión.
Hasta el lunes, almas cándidas.
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