Revista Cultura y Ocio

Los mejores libros nos suceden en la adolescencia, Antonio Muñoz Molina

Publicado el 22 septiembre 2019 por Kim Nguyen

Tan inútil como hablar con demasiada gente es leer demasiados libros, porque uno, al final, se queda con los tres o cuatro amigos de todas las horas y regresa o habita en muy pocos libros, en media docena de películas, en una fatigada lealtad a ciertos bares y a ciertos recuerdos que no obedecen a la invocación de la voluntad, sino a una costumbre íntima de la memoria. En la biblioteca del Nautilus hay tantos libros que no bastaría una vida entera para conocerlos todos, pero son muy pocos los elegidos una y otra vez para acompañar las tardes de soledad e indolencia o esa hora plácida de la noche en que el navegante sin nombre suele retirarse a la delicia de entreabrir un libro al abrigo del lecho y descender a sus páginas como se desciende luego al sueño que la lectura preludia. Igual que los amigos del corazón y los desengaños más devastadores, los mejores libros nos suceden en la adolescencia, y su materia, sedimentada por los años y muchos regresos, termina por confundirse con nuestra propia vida. Hablo de Cervantes, de Proust, de Borges, de Juan Carlos Onetti, de Verne, de Edgar Allan Poe, cuyas narraciones de misterio y espanto y de pálida ternura cobraron en mi conciencia desde la primera vez que las leí el mismo aliento de las voces que en una casa remota y nunca olvidada me contaban la historia atroz del castillo de irás y no volverás.

Antonio Muñoz Molina
Diario del Nautilus

Foto: Antonio Muñoz Molina


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