Revista Educación

Los mercaderes de la crisis

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Recuerdo esas películas que veía de chica, que contaban historias de la posguerra, de los años setenta e incluso de los primeros de la democracia, en la que algún personaje, casi siempre una señora mayor, empeñaba sus joyas. Tenía, en cambio, la posibilidad de recuperarlas, previa presentación de la papeleta y el dinero que había obtenido. En esta actual crisis, en cambio, una vez que das tu oro a cambio de dinero no lo vuelves a ver. Lo vendes al peso, cobras y te olvidas de recuperar cualquier símbolo o sentimiento vinculado a ese objeto. En esta crisis, las tiendas que compran oro han proliferado hasta la saciedad visual (con esa estética chillona que daña los ojos) y, siempre que veo una, me recorre un escalofrío. Será la libertad de mercado, sí. Será el derecho a abrir cualquier comercio que esté dentro de la legalidad, también. Será la reconversión en tiempo de crisis y la apertura de nuevos nichos de negocio pero a mí, cada vez que me encuentro con sus letreros o publicidades varias en mi parabrisas, se me viene a la mente El mercader de Venecia, tanto en el libro de Shakespeare como en su versión cinematográfica con la magnífica interpretación de Al Pacino como  el prestamista Shylock, que exige el pago de su dinero con la propia carne del deudor.  Los bancos, las cajas de ahorro y las tiendas de compra de oro me suenan, en la situación económica actual,  a formas actuales de la usura de otros tiempos. Y sí, me producen escalofríos.

Al Pacino interpreta al prestamista de El mercader de Venecia


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