Revista Opinión

Los méritos de Lilith

Publicado el 05 junio 2022 por Elturco @jl_montesinos

Lilith no recuerda que nació desnuda e inerme. El cerebro, que es muy cuco, nos evita muchos inputs negativos, así el tránsito por este valle de lágrimas es un poco más llevadero. Si bien todos hemos sido abochornados por nuestras madres y abuelas con fotos en las que solo vestíamos el traje de nacer, no queda un ápice en nuestra memoria de aquellas noches en vela en las que reclamábamos teta o teníamos fiebre. Así que el dolor por las agujetas y los callos hay que volver a aprenderlo unos años más tarde.

El estado natural del ser humano, como el de cualquier otro animal, por cierto, es la absoluta pobreza. Nacemos totalmente dependientes, muchos más que la mayoría de mamíferos, hasta el punto de que no somos capaces de alimentarnos movernos y mantenernos vivos sin la ayuda de terceros. No es por tanto difícil de entender que, si no hacemos nada o, más bien, si no hacen nada nuestros padres o cuidadores, no pasaremos del segundo o tercer día. Como su concurso es necesario, y en pro del mantenimiento de nuestra progenie, los padres se acostumbran a evitar cuanto mal se presente a sus hijos y puesto que ya se han borrado los recuerdos incómodos de la memoria, algunos afortunados pasan la infancia, la adolescencia y, con suerte buena parte de su vida adulta esquivando el dolor. Quedan las fotos en la playa en porreta de cuando no eras más que dos palmos de alto.

EL NEGOCIO DE LA POLÍTICA SE PAGA CON EL SUDOR DE OTROS. TU DECIDES CUANTO TE PAGAN Y APLICAS EL RODILLO DEL ESTADO PARA PASAR POR ENCIMA DEL QUE SE OPONGA

Lilith es una de esas afortunadas personas. Nadie parece haberle explicado con suficiente claridad que su vida y su riqueza no hay que darlas por sentadas. Nadie se lo comentó en los colegios de alto copete a los que asistió ni entraba en el temario de las mejores universidades europeas en las que tomó clases. De allí fue a trabajar sin demasiado agobio en el negocio familiar. Un negocio en el que no hay que vender o comprar. El negocio de la política se paga con el sudor de otros. Tu decides cuanto te pagan y aplicas el rodillo del Estado para pasar por encima del que se oponga.

Con semejante bagaje se comprende que piense que el mérito o el esfuerzo sean como el crecepelo de buhonero charlatán. Mira las estadísticas que dicen que la mayoría de gente rica viene de buena familia y concluye ufana que los ricos serán siempre ricos y los pobres, pobres. No hay nada que hacer, por lo tanto. Para qué dar un palo al agua. Olvida lo corta que es la vida y que es necesaria aplicar la experiencia de otros para poder tener perspectiva. Ocurre con los profetas del cambio climático, sus predicciones apocalípticas sólo se sostienen por las inmensas inyecciones del poder gubernamental a quien interesa mantener el yugo del miedo sobre los ciudadanos. A la postre ninguna de ellas se hace realidad por aplicarlas bajo la ceguera de una corta experiencia de vida.

Como en el clima es necesaria la apertura de miras y de años en la horquilla de análisis. Es cierto que hoy, gran parte de los ricos provienen de familias ricas, pero esas familias que hoy son ricas no lo eran hace ciento cincuenta años. Hasta la llegada del capitalismo y el medianamente libre mercado en el que nos movemos no existía la clase media y el 90% de la población era pobre.

Lo que cabe por tanto preguntarse, como bien recuerda, entre otros el profesor Bastos es cómo hemos conseguido en un corto periodo histórico, en el que, por cierto, la población mundial ha crecido de forma exponencial, invertir los porcentajes de pobreza.

Lilith y sus obtusos correligionarios, obtusos tanto por desconocimiento como por interés, centran el foco en una estadística en un momento determinado, pero no explican cómo aumenta desde hace años el número de ricos sin aumentar el de pobres. Osan contradecir que el mérito y el esfuerzo sirvan para algo, echando por tierra de un plumazo aquello que creíamos que mantenían. No hay forma de casar la defensa del marxismo con la nulidad del esfuerzo, el mérito y, por lo tanto, el trabajo. Parece ser que la plusvalía era la nada, según Lilith. Se hacen la picha un lio porque en realidad el rendimiento que se obtiene en los mercados en los que no se aplica el monopolio de la fuerza estatal va ligado al valor que se entrega y no al esfuerzo con el que se entrega. Esfuerzo y mérito existen, aunque no tengan una relación proporcional con los beneficios. Queda también patente además que nadie le explicó que a obtener el mayor beneficio con el mínimo esfuerzo se le llama eficiencia y es a eso a lo que todas las empresas aspiran, si no acaban por desaparecer.

Las estadísticas frías se pueden explicar conforme nos interesen. Podemos sesgarlas a nuestra manera y sacar las conclusiones que queramos, pero el contexto es imprescindible y ese contexto ha de ser todo lo amplio y preciso que se requiera. Las familias con mas posibles suelen procurar mejor educación y más contactos a sus hijos, como lógicamente hace cualquier padre, pero eso no obsta para uno se la pague cuando sea capaz de hacerlo. Disculpen si me pongo como ejemplo, pero es que mis dos padres se pagaron la carrera, trabajando desde la infancia y sí, a mi procuraron librarme de esos trances, aunque no se olvidaron de metérmelo en la mollera. Parece que cuando las historias se cuentan sacando los ojos del ombligo generacional, las estadísticas no son tan obvias.

No olviden la evidencia. Ningún plan centralizado y controlado por un gobierno ha logrado sacar de la pobreza más que a los miembros de ese gobierno. En la China Popular o en la República Independiente de los Vestrynge. Es más, permítanme recordarles que el país con mayor renta per cápita del mundo a finales del siglo XIX era Argentina. Los ricos de ayer no son necesariamente los ricos de hoy. Ninguna de las familias de los Gates, Bezos u Ortega era millonaria hace 50 años. Todos entregaron valor y seguro que algún dolor de cabeza les costó. Lástima que el valor y el esfuerzo no sean lo mismo. Lástima que rara vez esto se explique a los jóvenes. Hasta para llegar a capitoste de un partiducho liberticida hay que hacer algunos méritos, lo que no sabemos es cuales.

Foto: The Left.

Publicado en disidentia.com


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