En la formación GTD oficial, en el vídeo introductorio del paso Organizar, se menciona que: «la papelera es la mejor categoría organizativa que puedes tener». Y no le falta razón.
Acumular, acumular y acumular. Papeles en la mesa, todo tipo de archivos en el escritorio o correos electrónicos tutticolori en la bandeja de entrada. Da igual, acumulamos mierda por doquier.
Este impulso tiene un trasfondo: no tomar decisiones.
Y aunque el trasfondo sea el mismo, me atrevería a distinguir un par de malos hábitos, de diferente magnitud, a la hora de enfrentarnos a estas cosas.
En primer lugar: la «sencilla» decisión entre si guardarlo o tirarlo. Es decir, ya has decidido que no vas a hacer nada con ello, pero el síndrome de Diógenes es poderoso.
Una vez leído un documento y habiendo visto que no te va a servir para nada, ¿por qué no lo tiras? Ese correo electrónico de tan corto recorrido que ya has contestado, ¿por qué no lo eliminas?
La respuesta siempre es la misma: por si acaso. Pero, alma de cántaro, por si acaso, ¿qué?. Esta mierda, ¿de qué te va a servir? Si actualmente todo queda obsoleto en dos días y lo mejor, —casi— todo tiene trazabilidad.
El efecto que tiene en tu efectividad este hábito de no tirar es que, la percibas conscientemente o no, esta mierda está allí. Ocupa un espacio, y esto seguro que te resta efectividad, aunque solo sea porque, sencillamente, te entorpece cuando buscas algo. Además de que, consciente o inconscientemente, tenerlo por allí danzando suma carga cognitiva.
Y es que eliminar es eliminar. Quitárselo de la vista no es suficiente. Archivos o cajones vertedero no cuentan como que eliminas. ¿O es que no te maldices mil veces cuando tienes que encontrar algo en estos sitios? ¡Tengo que hacer limpieza! Y Diógenes, allí donde esté, se ríe muy, muy fuerte, en plan «malote».
La segunda mala práctica ya escala bastante más en el rango de peligrosidad para tu efectividad. Si en la que acabamos de ver el impacto era más «físico» que mental, en esta segunda se giran las tornas, y lo que machaca tu efectividad es el ruido mental que te provoca.
Sobre este tipo de mierda, ni siquiera has decidido si tienes que hacer algo con ella o no. Estás procrastinando tomar una decisión like a champion.
Imagínate cada vez que entras en tu despacho y ves esa pieza rota encima de la mesa, o entras en una habitación y sientes un olor raro que sale de una bolsa, o abres tu Outlook y suenan las alarmas de algunas tareas pospuestas.
Cada vez que lo ves, hueles u oyes, instantáneamente te viene el flash de: «uy, tendría que…» (aka ruido mental).
¿Y sabes lo mejor? Que esta mierda esté allí ya te va bien. Aquí Diógenes no tiene la culpa.
Tener mierda a la vista aunque cree ruido, te alivia.
Que siga allí tiene un efecto placebo para ti. Porque, de alguna manera, tienes la sensación de que sigues estando involucrad@ con ello. Es lo de tener un borrador de documento en el escritorio: te va recordando que allí está.
Así que, oye, la próxima vez que veas la pieza, huelas raro u oigas el ping pregúntale a esa mierda: ¿qué voy a hacer contigo?
Probablemente, no hará falta que hagas nada en ese momento, pero solo cerrando el bucle mental y anotándote un recordatorio de lo que hayas decidido hacer con ello, podrás tirarlo y, sobre todo, dejará de consumirte recursos mentales.
Y lo mejor: tendrás sitio para más mierda. Y a Diógenes ya se le ha puesto cara de diablillo. 😉
La entrada Los miedos a la hora de enfrentarte a tu «mierda» se publicó primero en Efectivitat.