Revista Espiritualidad
Hace años conocí a una chica que había tenido un accidente muy grave, y se curó milagrosamente y su caso sirvió para la beatificación de un beato, ahora santo.Lo que mas me llamó la atención en esta persona era su gran humildad y su intento de pasar desapercibida, a pesar de que todo el mundo quería preguntarla por su caso y mirarla y tocarla.Yo también he sido testigo de milagros en mi vida. Tal vez no tan llamativos como el de esta chica. Y me pregunto cuantos milagros más se habrán producido y no habré sido consciente de ellos.Cuando un milagro se produce nos damos cuenta de que estamos muy protegidos y que Alguien vela por nosotros y escucha nuestras oraciones. A la vez nos sentimos sobrecogidos porque nos parece que nuestras pobres personas no merecen la atención de Dios y su intervención, a veces muy directa, en nuestras vidas.Este sobrecogimiento provoca humildad porque nos damos cuenta de nuestra debilidad y a la vez produce una gran seguridad y ayuda a vivir tranquilo aun en medio de la incertidumbre.Por eso no debemos perder la visión sobrenatural que nos ayude a percibir los milagros en nuestra vida, y la confianza plena en que se seguirán produciendo porque Dios siempre nos escucha.