Estamos tan acostumbrados a percibir nuestro cuerpo y los objetos en torno a él que casi nunca nos cuestionamos cómo percibimos. Los atomistas griegos sostuvieron que los objetos, compuestos de átomos, soltaban simulacros que impresionaban nuestros sentidos. Si eso fuera cierto, los objetos se gastarían. Solo los olores se transmiten mediante moléculas que impresionan nuestra nariz.
Aristóteles fue el primero en desarrollar una detallada teoría del conocimiento. Tenemos sentidos externos e internos. Cada sentido externo está especializado para percibir un aspecto de lo que nos rodea. El ojo capta luz, el oído sonido, etc. El gran mérito del Estagirita es incluir dentro de los sentidos internos un sentido común que coordinara las sensaciones recibidas, de modo que supiéramos que el sonido, el color, la dureza, la extensión y la forma de una campana, corresponden a un solo objeto. Hoy sabemos que el cerebro tiene zonas especializadas para recibir cada sensación, sea visual, auditiva, gustativa o táctil, y que hay áreas de asociación que unen las sensaciones para darnos un objeto completo.
El problema de la percepción se completa con el del espacio. ¿Cómo percibimos los objetos distantes? Vemos la Luna situada a no mucha más distancia que los faroles de la calle, pero sabemos que está a 384000 km. La luz reflejada por la Luna viaja esa distancia e impresiona nuestra retina, donde forma una imagen invertida que transita por nuestro nervio óptico hasta el centro visual del cerebro. Es el cerebro el encargado de poner de pie la imagen invertida y localizar su posición. De allí que la idea kantiana de que espacializamos la materia bruta de la sensación, le ponemos forma, no es descabellada. Los objetos que vemos son una reunión de sensaciones recibidas por distintos sentidos y captadas en diferentes centros cerebrales. La distancia y posición de esos objetos es, a veces, una inferencia. Veo un poste frente a mi casa, más allá una torre y atrás, una montaña. El poste se ve mucho más alto que la torre y esta que la montaña. Pero mi mente sabe que la proporción de tamaños es inversa. La única prueba de que percibimos los objetos donde están es nuestra supervivencia. Podemos cazar, sembrar, producir alimentos y consumirlos, eludir peligros… Marx tenía razón en cuanto a que percibir es una actividad sensorial práctica que se prueba gracias a las modificaciones que hacemos del entorno.
El error de Kant fue suponer que el yo también es inespacial y que el espacio no existe por sí mismo. Un ente inespacial no recibe sensaciones por diferentes sentidos, pues carece de extensión. No puede ser impresionado por nada ni requiere ordenar percepciones. Santo Tomás lo sabía al afirmar que las almas separadas no pueden percibir sensaciones. Son inmateriales, inextensas, no las pueden impresionar luces o sonidos, sino que las atravesarían como deberían atravesar al inespacial yo kantiano. Carecen también de sentidos especializados para captar estímulos visuales, auditivos y táctiles, y menos poseen un sentido común que los coordine. El Aquinate no se atrevió a extender sus conjeturas a la forma en que percibe Dios. Si Dios es infinito, no hay nada fuera de él, por tanto, no percibe nada externo. Pero se dice que es infinito e inextenso, cualidades que me parecen contradictorias, aparte de simple. Si es simple e inextenso, carece de sentidos que puedan ser impresionados. Su modo de percibir es un misterio.
También es misteriosa la forma en que nacieron los sentidos. ¿Cada uno apareció por aparte y se coordinaron con el tiempo o fue primero la coordinación y luego los sentidos? Todo debió aparecer de manera casi simultánea o los primeros organismos no hubiesen podido sobrevivir al no identificar presas o depredadores. Quizá, como pensó Aristóteles, el primer sentido fue el tacto y de él se derivaron los otros. ¿Una especie de diseñador inteligente creó la coordinación de nuestros sentidos? ¿Alguien que sabía cómo captar la luz formó ojos capaces de percibirla o esto fue producto del azar y unas células que ignoraban cómo era la luz se modificaron para percibirla? ¿Cómo fue este diseñador? ¿Contó con sentidos y cerebro como nosotros o no? Si es cierto lo primero, era tan mortal como nosotros y tal vez ya no exista. Si es solo un espíritu que no necesita cerebro para pensar ni sentidos para percibir, ¿por qué se molestó en diseñarlos a través de una larga evolución