Creo que, desde que se acabara la segunda temporada de Amar es para siempre, no he vuelto a hablar de ella y eso no está bien porque, tras lo irregular de su segunda entrega, sus responsables nos están dando una señora temporada con la tercera. Según le oí contar a Sara Rivero en el videoencuentro que protagonizó ayer por motivo de los dos años de emisión, han cambiado al equipo de guionistas y sí que se nota.
Sí que es cierto que no todo ha sido perfecto, aunque también es verdad que de lo único que me puedo quejar es del final que le dieron a Héctor Perea. Ya puestos a que desaparecieran tanto él como Asun, los podían haber mandado a Suiza con cualquier excusa o, incluso, proseguir con la separación para que cada uno fuera por su lado. De hecho, yo habría sido muy feliz si Asun se hubiera ido y Héctor se hubiera quedado, pero, bueno, al menos eso ha dejado a Bonilla en una situación muy interesante.
¿Encontrará el pobre Bonilla el amor ahora que se ha quedado solo? Espero que sí, que ya es hora.
Aunque ni eso compensa lo muchísimo que echo de menos a Héctor y lo que me harté de llorar cuando murió en brazos de Asun justo después de reconciliarse. No, en serio, menuda muerte cruel.
Y ahora bien: ¿quién mató a Héctor Perea?
Porque esa es otra de las cuestiones que siguen en el aire, junto a tantas otras esta temporada, aunque ya teorizaré más adelante, porque primero quiero quitarme el sombrero ante la protagonista de esta temporada.
En general, las heroínas de Amar nunca han sido demasiado de mi gusto, salvo un par de excepciones (Andrea, Alicia e Inés básicamente) y Laura Blasco es otra que se ha unido a ese grupo. Me encanta Laura, soy muy fan de ella y de cómo no es la típica heroína de telenovela. Laura sabe lo que quiere, es muy competente en el terreno tanto laboral como humano y lo demuestra cada día en la droguería, donde no le tiembla el pulso, pero al mismo tiempo siempre muestra muy buen carácter y corazón. También lo demuestra ante su madre, a quien no teme enfrentarse, pero al mismo tiempo es muy humana porque sufre, duda y comete errores.
Porque, sí, esa boda con Julián ha sido un error, pero también creo que ha sido la primera en esa situación que se ha casado por amor. Es cierto que ha influido el poder salvar su proyecto, lo que además cumplía la última voluntad de su padre, pero Laura quiere a Julián, aunque no se dé cuenta de qué clase de amor siente por él. De hecho, el triángulo amoroso de esta temporada está muy bien planteado, sobre todo por ese debate que abre entre la admiración o el cariño frente al amor y la pasión.
Sí, me creo que Laura cree amar a Julián, pero están dejando muy claro que lo que siente es cariño, es el recuerdo de su primer amor siendo niña, no un amor de verdad. Sólo hay que verla relacionarse con Jorge para saber que la atracción fluye entre ellos y que el químico, poco a poco, está conquistando a la señorita Blasco. Yo, la verdad, prefiero que vayan asentando la relación así, sin prisa, pero sin pausa, a que nos den supuestos grandes amores que luego no tienen mucho sentido.
Estoy deseando que Laura cruce esa línea que siempre mantiene con Jorge, que se deje llevar de nuevo, porque ese beso que se dieron no fue sólo cosa de él, sino de los dos.
Y si Laura es una gran protagonista, Jorge es un buen galán. Quizás no es tan carismático como otros que han pasado por la plaza, pero sí que me parece que es un personaje muy interesante. De hecho, los dos chicos de esta temporada son personajes llenos de dualidades y eso mola.
En el caso de Jorge, es un químico brillante, un chico encantador y trabajador que apoya honestamente a Laura, pero también trabaja para una célula anarquista. Con Jorge nos muestran un lado de entender esa resistencia, que cree que el fin no justifica los medios y que, a veces, está atado de pies y manos por tener que seguir órdenes. Su contrapartida sería Corrales, que es justamente todo lo contrario y no le tiembla el pulso al luchar por la libertad. En realidad, es un debate que ya habían tratado en otras temporadas, por ejemplo, en la tercera donde Fernando Solís y Álvaro Iniesta luchaban por lo mismo, pero cada uno de una forma distinta.
Será interesante ver cómo reaccionará Laura al descubrir la segunda vida de Jorge, al igual que lo será al descubrir la verdad sobre Julián.
Ay, Julián, Julián, qué personaje tan sumamente bien escrito. En serio. En casa, es el que más nos hace teorizar y ni siquiera a estas alturas sabemos quién es en realidad. Sí, nos confirmaron algo que se venía sospechando desde antes, que era homosexual y que su matrimonio con Laura tenía únicamente como fin el abrirle paso en la política por ser cabeza de familia. Sin embargo, no sabemos cómo es Julián: ¿es una buena persona o todo lo contrario? ¿Qué piensa en realidad? ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones? ¿Todo lo que hemos visto de él es pura fachada o es alguien rematadamente reprimido?
Sabemos, porque nos lo han contado, que Julián en sus años mozos era un poco la oveja negra de la familia, que quería dedicarse a las artes y era muy liberal. Sin embargo, se marchó de España y al volver acabó convertido en el respetable abogado que es ahora.
Mi apuesta es que el Julián que conocemos es un personaje que interpreta las 24 horas del día y que, en realidad, ni es un meapilas, ni tan recto e inocente como aparenta. De hecho, yo creo que Julián forma parte de la cúpula del CIL (el grupo anarquista para el que trabaja Jorge) y que todos los elementos de su vida están planeados para crear una coartada perfecta, que nadie sospeche de él y, de paso, poder meterse en política. Eso, en realidad, es un plan tan arriesgado como brillante: el grupo obtendría información de primera mano, Julián tendría poder y podría cambiar el sistema desde dentro.
Si mi teoría fuera cierta, explicaría tanto la insistencia de Julián por contratar a Jorge, como el hecho de que a éste le pasaron la contraseña de la caja fuerte de los Blasco. De hecho, yo creo que Julián es quien abrió la caja fuerte a la muerte de Damián. Creo que a Damián le dio un infarto en su enfrentamiento con Cristina, pero que fue Julián quien tiene los documentos de la caja. También creo que Julián mató a Héctor, por cierto, cuando éste le pilló en el despacho, seguramente buscando el mechero con el microfilm.
Creo que, tarde o temprano, Julián se revelará como el auténtico villano de la temporada y, si tengo razón, va a molar mil. Y es que, de momento, tenemos a Juana como principal antagonista, pero Juana es un personaje muy obvio que, además, sabemos va a dejar de aparecer pronto, por lo que vamos a necesitar un nuevo malo.
Y ya que estoy con Juana, diré que esta temporada, además de los misterios, es la de las dualidades, ya que la mayoría de los personajes parecen dividirse siempre entre dos facetas de su persona: su moral y la lucha de Jorge, el deber y lo que siente en realidad Julián... Y, después, tenemos a Juana que muchas veces se debate entre el preocuparse de verdad por sus hijos y su obcecada obsesión con controlar las vidas de todos y dirigir una empresa en la que, por más que clame lo contrario, no tiene nada que ver.
Porque de verdad creo que Juana quería detener el matrimonio de su hija para salvarla de pasar por lo que ella pasó, que ella sabe mejor que la propia Laura que lo de Julián es admiración y que por quien siente algo es Jorge. Pero, claro, le puede el ansia de poder, el controlar Químicas Blasco y pierde toda la credibilidad.
Es un poco lo que le ha pasado con Ismael, al que ha puteado tanto y ninguneado y manipulado que él hasta tiene base para no creerla ahora que lo debería. En ese sentido, hasta podría creerme la ceguera de este muchacho, aunque no en lo demás. Laura siempre ha estado ahí para él, le ha apoyado en todo y nunca, jamás, le ha puesto la zancadilla, así que no tiene ni pies ni cabeza tanto la presión que ejerce sobre ella por su desmedido egoísmo, ni que la considere una traidora y mala hermana.
Y es que en Amar siempre, siempre, encuentran forma de superarse en cuanto a personajes estúpidos. Si el año pasado tuve que soportar a Valeria, que era rematadamente idiota, Ismael la gana de calle. No he visto a nadie tan sumamente idiota nunca, en serio. De acuerdo que esté enamorado de Cristina, pero es que sus niveles de ceguera no son ni medio normales: como ya he dicho, compro que no crea a su madre, pero Aquilino, Laura y Julián siempre han sido de su confianza. Incluso Benigna, que es ajena a los Blasco, le dijo que Damián se pasaba por la habitación de Cristina y él ni caso.
Odio eterno a los dos. Apuf, qué perezón de personajes.
Sólo espero que la asquerosa de Cristina le haga sufrir, sufrir de verdad, a ver si así espabila el idiota este. Lo malo es aguantarlos, porque con su trama me hierve la sangre. En serio, entre lo sumamente tonto que es él y lo asquerosa que es ella, me desespero. Porque encima Cristina no es tan lista como se cree, sus historias tienen más agujeros que el queso gruyer y sus mentiras acaban contradiciéndose continuamente, pero Ismael no se pispa de nada.
Que, por cierto, ya estaría bien que Clara le zurre a Cristina, porque el acoso y derribo al que le está sometiendo Cristina es deleznable. ¡Clara, que tú puedes con ella!
Al igual que lo es lo que le ha hecho a Aquilino. En realidad, el que Aquilino esté en esa situación legal no se sostiene, no con el historial que tiene Cristina y que Julián conoce por la investigación de Bonilla. Pero bueno, aceptemos pulpo como animal de compañía. Aunque espero que no nos tengan a Aquilino mucho tiempo entre rejas, porque le he cogido mucho cariño al final, ya que no deja de ser un hombre que, de nuevo, se debate entre dos facetas de su persona: el amante de Juana contra el amigo de Damián, ahora de Laura. Porque, encima, yo creo que Laura es la que más muestras de cariño que da, algo que a Aquilino, se ve, le toca la fibra sensible.
La verdad, me gusta muchísimo lo que han planteado con los Blasco, al igual que me gusta mucho el resto de historias nuevas: ese hostal venido a menos con los dos hermanos que se van a acabar matando mutuamente, Juanillo que es otro que también tiene dos caras, Paco que es un desastre pero muy divertido, Consuelo que es un amor, los Asturianos que siguen como siempre, la nueva chica para Bonilla que tiene nombre de presentadora...
Este año también están manejando muy bien las historias de los secundarios, que vuelven a mezclar la comedia con el drama, intercalando ambos géneros. Eso sí, sólo tengo dos pegas que ponerle: por un lado, Serafina me pone de los nervios (a diferencia del tonto de Paco, que no se da cuenta de nada, ella es consciente de lo que está haciendo, por lo que es una hipócrita de mucho cuidado que no deja de juzgar a su hija) y me encantaría que Consuelo la echara de casa a escobazos y, de rebote, le dé otros cuantos a Paco, a ver si espabila; por otro lado, el que hayan convertido a Dorita en una histérica que la mayoría del tiempo da vergüenza ajena.
Es curioso cómo han sabido darle la vuelta a la situación, pues al principio Lucía era muy odiosa (por no decir directamente ahostiable), mientras que Dorita era encantadora y han conseguido que ahora ésta última esté insoportable y que Lucía me caiga muy bien. No es de extrañar que Américo dejara a Dorita tras los continuos ataques histéricos de la muchacha, que podría irse a celosos anónimos con Juanillo o algo así.
Menos mal que han acabado con los enfrentamientos diarios entre Dorita y la ahora pareja Américo/Lucía porque resultaban cargantes y eran lo más aburrido del Café Reyes. Y es que en el nuevo café tenemos dos misterios que, poco a poco, se van aclarando.
Por un lado, a Víctor Reyes en general, del cual ahora sabemos que está buscando a su hijo, que acabó en un hospicio de las vascongadas para marcharse después a Barcelona. Esto cuadra perfectamente con la historia de Jorge, que sigo pensando que acabará siendo el hijo de Víctor (éste encontró familiar a Jorge al conocerlo, no nos olvidemos de eso), aunque ahora todo apunte que es el tal Tarradellas. Después del retorcido caso de Gabriel, imagino que vamos a tirarnos buena parte de la temporada yendo de una pista falsa a otra con este caso.
Por otro, la misteriosa y contradictoria Lupe, que es otra que cada vez que cuenta algo de sí misma, parece echar por tierra lo anterior. Nada encaja con la historia de Lupe. Es pobre como las ratas hasta el punto de no poder comer, pero tiene un vestuario que ni Sara Montiel; se supone que es de familia humilde, pero tuvo a su propia profesora de bel canto, ahí es nada; habla el francés a la perfección, conoce música inglesa que los demás desconocen. Eso, por no hablar del hermano con el que habla por teléfono, la obsesión por Víctor que nos han dejado claro que no es romántica. Yo creo que Lupe y su hermano quieren vengarse de Víctor (que, recordemos, en realidad se llama Enrique Forján) al creer que fue él quien se chivó de los españoles que iban a fugarse del campo de concentración francés, lo que provocaría la muerte de su padre.
Me ha quedado una entrada repletita de teorías, pero es que esta nueva Plaza de los Frutos está llena de misterios y, encima, ¿hay algo más divertido que dejarte la sesera intentando descifrarlos?