Revista Cultura y Ocio

Los misteriosos itinerarios de los libros

Publicado el 07 junio 2016 por Elena Rius @riusele
LOS MISTERIOSOS ITINERARIOS DE LOS LIBROS Itinerario: "Plan de un viaje, recorrido, ruta, trayecto". Hablábamos en el post anterior de los itinerarios de lecturas. Pero hay otro aspecto a considerar aquí, que señala con acierto Christian Vázquez en la revista Letras libres: el itinerario que recorren los propios libros. Seguir la pista a ese libro que cogemos prestado en la biblioteca, que encontramos en una librería de viejo o en la estantería de algún conocido, puede ser fascinante. ¿Por qué manos habrá pasado? (Debo lamentar aquí que algunos ejemplares de las bibliotecas se diría que han pasado por demasiadas manos, y no muy aseadas, a juzgar por su maltrecho aspecto.) ¿Quiénes eran esos lectores que nos han precedido? Y, sobre todo, ¿cuál habrá sido su reacción ante el libro? ¿Les habrá gustado tanto como a nosotros? Vázquez cita una anécdota, no se sabe si cierta o "ben trovata" a propósito de esto:  
Alguien encuentra un pelo entre las páginas de un libro que ha tomado de una biblioteca pública en una ciudad de 200 mil habitantes. “Un libro maravilloso”, dice. Al buscar las fechas de los préstamos anteriores, descubre que solo salió de la biblioteca dos veces: la primera, quince años atrás; la segunda, ahora. “Pediré que cotejen su ADN y buscaré y abrazaré a esa persona y la invitaré también a una cena”, anuncia este lector.
Porque, como el entusiasta lector que menciona, es inevitable que surja un sentimiento de fraternidad para con alguien que ha valorado un libro en la misma medida que tú. Compartir gustos lectores puede ser una marca distintiva que une a amplios grupos de personas -los fans de Murakami, los que veneran a Gaddis...-, pero el sentimiento resulta aún más intenso, más cercano, si estamos hablando del mismo ejemplar. Si, físicamente -esto no vale para el libro electrónico, desde luego- sabemos que ese otro lector volvió las mismas páginas y tal vez se detuvo en los mismo pasajes que nos han deleitado. De ese fetichismo nace el valor que se les otorga entre los bibliófilos a los ejemplares que proceden de bibliotecas ilustres. Andrew Lang, un ilustre bibliófilo escocés del XIX, lo formula así: 
Si queremos comprender al coleccionista de libros, no debemos olvidar nunca que para él los libros son, ante todo, RELIQUIAS. Le complace pensar que los grandes escritores a los que admira manejaron exactamente esas páginas y vieron la misma disposición tipográfica que él tiene ahora ante sus ojos.
Lo que conecta con la idea que apunta Vázquez de que, al leer, algo de la persona queda en el libro. Puede parecer mágico, pero tiene una base real, por supuesto: como sabe cualquier espectador de alguno de los muchos CSI que circulan por ahí, seguro que hemos dejado en él algunas células, la huella de nuestros dedos, por no hablar de trazas de grasa o esa traicionera manchita de café...  LOS MISTERIOSOS ITINERARIOS DE LOS LIBROS  Trazar el itinerario de un libro procedente de una biblioteca es sencillo: basta con recurrir a la ficha, que nos dirá cuándo y cuántas veces ha sido prestado. Claro que eso no es suficiente, sabremos de sus idas y venidas, pero no de quiénes han sido sus lectores y mucho menos la opinión que les ha merecido. El Bookcrossing es otra forma de reproducir el itinerario del libro, aunque también con sus limitaciones. O tal vez es que no necesitamos tantos detalles, porque el misterio es mucho más productivo. Así, la dedicatoria "A Adelita, con amor" que adorna ese ejemplar de Rebecca encontrado en un mercadillo  nos induce a imaginar un amor turbulento que acabó mal (¿tendría el autor de la dedicatoria algo del Sr. de Winter? esperamos que no), mientras que nos parece sentir aroma de heno y lluvia en ese libro comprado por internet que lleva el sello de una biblioteca asturiana. Itinerarios reales, itinerarios imaginarios, forman parte del atractivo de los libros con historia. Porque los libros son más que el contenido de sus páginas, mucho más.  

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