Total, japoneses. Los hay, claro, de todas las edades. Desde el otaku de turno, al que han sacado del lecho-futón para que se espabile por las Españas, hasta la japonesita que-no-hace-otra-cosa-más-que-reírse-de-todo. El otaku va con sus pelos muy a lo loco, disparados hacia arriba, sus cascos XXL de colorines y su teléfono móvil al que sólo le falta cantarse una saeta para ser lo p*** más. La japonesita, en cambio, se suele mimetizar con el ambiente y básicamente su rutina consiste en ejercer de clienta fiel del imperio Amancio, esto es, Zara y convertirse en una it-girl de esas.
En cuanto a los guiris orientales de más edad, cuenta la leyenda que existe una pintora muy muy famosa allá que reside en la city. Al menos eso se decía años ha. Cierto es que a veces me he encontrado por las calles del centro con una señora japonesa, bajita, arrugada como una pasa y de andar muy muy rápido, envuelta como en telas de colores, y me he quedado pensando que si será la famosa pintora. Puede ser también que, en realidad, no sea la misma señora, sino diferentes y, dada su similitud a nuestros ojos occidentales, me haya pensado que era la misma. Porque grupo de japopasas, digooo, japoneses abueletes, todos los días a puñados. Con sus gorros, sus paraguas para protegerse del sol, sus cámaras de fotos de modelos que aquí aún no han llegado y sus pañuelicos de colores, detrás del guía como ovejitas amaestradas. Da gusto verlos.
Menos gusto da pasar cerca de ellos o incluso, en ocasiones, cuando no queda otro remedio, tener que atravesar por el centro del grupo. Más que nada porque te enfrentas a formar parte de miles de fotos, que vete a saber dónde y cómo terminarán. Pero es algo que hay que asumir, para ellos eres parte del paisaje y como tal te retratan y te guardan para la posteridad. Así que sí, amiguitos, en más de un acogedor hogar nipón habrá una foto de servidora con cara de 'oh, no, me está enfocando, huye, huyeee. HUYEEEE'.
Eso sí, como son muy majos, a veces pasan cosas como esta. Unos estudiantes franceses sentados, cantando una canción. Pasan los japoneses y se unen a la música. La calle, en un momento, se convierte en una fiesta que ya quisieran para sí los de la ONU.
Versión oriental pero no tanto son los guiris del mundo árabe. Estos son más discretos, pero existir también existen porque si algo tiene la city es que es bonica a rabiar y pone de acuerdo a todo el mundo. Mucho más cuando, aunque no es muy conocido porque hubo después épocas mucho más esplendorosas, también hay un pasado árabe por ahí debajo. Al menos parte de las piedras de la muralla son de esa época. Nota: aquí la muralla que tenemos es una amalgama de piedras de diferentes periodos, comenzando por el prerromano y acabando casi cuando vinieron los franceses -tan encantadores ellos- a cargarse todo lo que pudieron y más. Esto es, la muralla es un churro y además incompleta, pero se ha recuperado -sudor, esfuerzo, lágrimas y de todo costó- una parte y se luce como si fuera lo más de lo más. Que lo es, entendedme. Pero si comparas con otras murallas tan monas, tan uniformes y tan de la misma época y estilo, pues sale perdiendo, porque ni mona, ni uniforme y en cuanto a épocas ahí han puesto
El guiri árabe. Existen aunque no se vean mucho. Tiempo ha, la amiga de una amiga tuvo de ligue a un petrojeque de esos, que se compró un apartamentito en una zona estupenda y venía de cuando en cuando a desestresarse. Tiempo ha también se comentó mucho que una petro-princesa había celebrado su cumpleaños en uno de los hoteles más lujosos del lugar. O sea, que existen, pero aquí nada de rollo rey Fah, con sus fajos de billetes y su alegría gastadora. Aquí se mimetizan con el lugar y se vuelven discretos. Excepto hoy, que me he encontrado por la calle, como si tal cosa, a un chavalín vestido con su túnica blanca y con la toquilla esa que se enrollan en la cabeza. Muy jeque todo. Se estaba despidiendo de un compañero de academia, de la tipología nórdica extrema. Esto es, alto, fornido, rubio, con sus pantalones cortos y su camiseta. Supera esto, Naciones Unidas.
En fin, para otra entrada dejaremos los estilismos de las guiris. Que se merecen exclusividad, hacedme caso.