Las películas de terror nos muestran fantasmas, monstruos y criaturas terroríficas que personifican el mal. Sin embargo, creo que lo más terrorífico de todo esto es que el mal, el de verdad, no está bajo máscaras de hockey ni anda con un hacha en la mano destripando personas, está en cada uno de nosotros y, si bien suena fuerte lo que digo, es la realidad.
Tenemos el libre albedrío para decir todos y cada uno de nuestros actos, por ende, decidimos si hacemos bien o mal, siempre está la opción. No se trata de una lucha diaria contra nuestros demonios sino más bien de un equilibrio espiritual para ser quienes queremos ser en armonía con nosotros mismos y nuestro entorno.