Red Riding es una miniserie británica de tres episodios que adapta las novelas de David Peace del mismo título. Su argumento gira en torno a la corrupción policial en la pequeña localidad de Yorkshire al norte de Inglaterra, a una serie de asesinatos acaecidos a lo largo de varias décadas (1974-1983), y especialmente se centra en las heridas que estos hechos provocan en cada uno de los tres protagonistas que, de una forma u otra, investigan el mismo caso a lo largo de los distintos años. El primer episodio lo protagoniza un joven periodista llamado Eddie Dunford (Andrew Garfield). El segundo un veterano agente de policía venido de Manchester, de nombre Peter Hunter (Paddy Considine). Y el tercero John Piggott (Mark Addy), abogado del principal sospechoso de los asesinatos de Yorkshire. Hasta aquí una breve descripción del argumento de la serie. Ahora veamos si merece la pena o no…
Pues ya os voy diciendo que sí, merece la pena y mucho.
Para empezar, uno de los grandes aciertos de la serie es la estructura episódica que tiene, gracias a la cual vamos descubriendo a modo de puzle, muy poco a poco, y a través de diferentes personajes, tramas, y épocas, toda la compleja maraña que envuelve los diferentes asesinatos acaecidos en Yorkshire a lo largo de los años. Sus tres protagonistas principales, además de compartir una cierta ingenuidad y una falta total de sutileza en su empeño, comparten también la misma determinación por llegar hasta el fondo del asunto, aunque sólo será el último quien dará con la principal clave que descubrirá toda la verdad escondida en las tripas podridas de una ciudad atrapada por la corrupción y la codicia. Otro de los grandes aciertos de Red Riding es su omnipresente ambiente, siempre espeso y opresivo, que puede llegar a veces a hacerse algo pesado si no se acaba de entrar del todo en la historia. Sus poderosas imágenes llenas de melancolía, tristeza y miedo acaban siendo determinantes a la hora de trasmitir toda esa inquietud y dolorosa impotencia que tanto se respira en la serie. En cuanto a sus actores, el otro gran punto fuerte de Red Riding, todos de diez sin excepción.
Uno de los grandes errores que se comenten a la hora de enfrentarse a Red Riding es pensar que ésta será algo así como una versión de “Zodiac” en formato miniserie. A mí me pasó, y por ello me costó algo más de la cuenta entrar por completo en su ritmo pausado y su algo farragosa y dispersa narrativa. Una vez que se acepta la propuesta, se ponen las primeras cartas sobre la mesa, se está preparado para un camino largo (episodios de hora y media), doloroso, y lleno de callejones sin salida, y se entiende que los asesinatos en serie no son el argumento principal (o mejor dicho esencial), sino sólo el punto de partida del relato, todo funciona mejor en tu cabeza, y Red Riding comienza atraparte sin posibilidad de escape. Es en este punto cuando se empieza a disfrutar como se debe de una serie que va más allá de un simple thriller, donde al final lo que menos importa es quien o quienes serán los dichosos asesinos, sino más bien qué tipo de monstruos se esconden en el alma humana y si somos o no capaces de dominarlos.
Porque de eso va realmente Red Riding, de monstruos y héroes caídos. A veces merece la pena ver series como ésta de esas que miran directamente a los ojos del diablo que llevamos dentro.