Los moralistas siempre me han fascinado e inquietado a partes iguales. Presumen de la gran educación que han recibido y de tener valores superiores al resto y de saber en cada momento cómo comportarse y cómo hacer las cosas. Son tan centrados, reflexivos, civilizados y diplomáticos que casi dan miedo. Dan ganas de llevárselos a casa y servirles como si fueran reyes de la época medieval, aunque una vez que uno se para a pensar un poco y llega a la habitual pregunta interna, esa de " What the Fuck....?????" todo alcanza a tener una cierta claridad. Es como cuando en una película de David Lynch se hace de noche y se ve lo que hay detrás de las cortinas rojas, como cuando pides una hamburguesa como la de la foto y te dan una boñiga de oveja con queso o como cuando llegas a la conclusión de que lo único que se ha de ser en esta vida de mentiras es uno mismo y cagarse en lo que le ponga barreras a la felicidad y la imaginación. Retiras las sábanas de seda que llevan encima los moralistas, esos que te censuran a todas horas y que te andan dando lecciones de la vida sin parar, y ves que lo único que hay debajo es una mezcla purulenta de miedo a la vida y de ganas de jod... al que vive mejor que ellos, que suele ser cualquiera que se pone a su lado. En realidad son tan falsos y tan hipócritas que se pegan la vida conteniéndose para no decir lo que piensan realmente a cara descubierta y siempre andan poniéndose de pie detrás de los descarados a los que critican y sermonean para poder mearse de miedo detrás de ellos cada vez que hay un conflicto y son los descarados los que tienen que enfrentarse a él con las armas que tienen. " No te puedes reír de eso", " Cálmate, eres demasiado impulsivo", " Yo no discuto", " No me gustan los follones", " Así no se hacen las cosas", " te va a ir muy mal si sigues así", " Cómo has podido ser capaz..." " Qué mal educado que eres"... Todas estas frases y otras más del estilo, las favoritas de los moralistas, solo encierran un gran pánico a la vida en sí misma y una gran incapacidad para aceptar los fallos propios y ajenos que son por otra parte lo más habitual y lo más definitorio del ser humano. Los moralistas son y han sido en realidad grandes generadores de sufrimiento humano. Son los que han creado leyes y sistemas ultra conservadores que han servido para encarcelar y matar al que se ha atrevido a ser humano y a ser uno mismo, han sido los que han creado teorías y corrientes de pensamiento que han cercenado libertades y derechos humanos, los que han condenado a mucha gente a vivir bajo una careta de moralidad para no ser apedreada por sus vecinos y los que han llevado a las escuelas la enseñanza de la intolerancia, el odio y la falta de respeto a la diversidad y a la capacidad del ser humano para enriquecerse desde la libertad y desde la puesta en común de ideas. Los moralistas no son tan inofensivos como parecen, de hecho, creo que deberíamos temerles más que al hombre del saco o a los vampiros, porque son ellos los que en puestos de poder y en posiciones políticas de altura nos atan las manos para tratar de convertirnos en sus juguetes, en sus muñecos de serie, en sus piezas de ajedrez.
Siempre he creído y creeré en la libertad de actuación y de pensamiento, siempre que se respete al prójimo, y en que la capacidad para meter la pata va unido a la capacidad para sacarle el jugo a la vida a y la capacidad para hallar nuevos caminos. La mente es y debe ser libre, la libertad para actuar sin tener que oír al moralista de turno al lado arremetiendo contra todo y contra todos debería ser un derecho al igual que debería estar penado por la ley meter las narices en lo que hacen los demás si lo que hacen no daña a nadie y no incumbe a quien quiere meter sus napias en ello. Que no nos engañen, los moralistas no son el alfa y el omega de la humanidad. No son seres sabios ni la respuesta a los problemas de nadie. No hay nadie que se haya destacado en la historia por hacer algo bueno por el mundo y que haya exhibido una moral férrea y una gran inquietud por sermonear a los demás.
No os dejéis timar. Ese moralista que tenéis al lado no quiere lo mejor para vosotros, os odia porque no tiene capacidad para vivir y para expanderse al mundo y por eso siente un placer oscuro y secreto en el hecho de censuraros y haceros sentir culpables. Quiere ser como vosotros, le gustaría decir lo que piensa y actuar en libertad, pero su cobardía y su falta de habilidades no se lo permiten. No dejéis que os diga que no podéis reíros de esto o de aquello o que vuestra vida es un desastre, porque él mataría por tener lo que vosotros tenéis. Si algún día tiene la oportunidad de lanzaros a una mazmorra oscura y encadenaros allí, lo hará. No bajéis la guardia. Él no lo hace nunca.
habla chucho que no te escuchoooooooooo