Revista Insólito

Los moralistas, esos seres oscuros que están por todas partes

Publicado el 23 abril 2014 por Iris Bernot @irisbernot
     Están por todas partes, allí donde vas te los encuentras, no importa cuál sea tu destino. Así sea tomando una cerveza con compañeros de trabajo, en una discoteca intentando trabajarte al guapo o guapa de turno, en una excursión de solteros con miras a encontrar a alguien que te aguante o en una cena familiar de esas que crean urticaria e hipertensión. No importa lo mucho que corras o la cantidad de trenes y autobuses que cojas para huir, allí donde vas siempre hay y siempre va a haber un moralista. Puritano, de sonrisa complaciente y mirada inquisitiva, lleno de acné o de manchas rojas en la piel de tanta contención y tanta represión personal, con las frases aprendidas desde casa y las cosas claras, ese moralista que tiene la capacidad de estar en todas partes está ahí para recordarte lo zafio y lo maleducado que eres, la moral tan dudosa que tienes y el mal gusto que exhibes a la hora de reírte de según qué cosas.
      Los moralistas siempre me han fascinado e inquietado a partes iguales. Presumen de la gran educación que han  recibido y de tener valores superiores al resto y de saber en cada momento cómo comportarse y cómo hacer las cosas. Son tan centrados, reflexivos, civilizados y diplomáticos que casi dan miedo. Dan ganas de llevárselos a casa y servirles como si fueran reyes de la época medieval, aunque una vez que uno se para a pensar un poco y llega a la habitual pregunta interna, esa de " What the Fuck....?????" todo alcanza a tener una cierta claridad. Es como cuando en una película de David Lynch se hace de noche y se ve lo que hay detrás de las cortinas rojas, como cuando pides una hamburguesa como la de la foto y te dan una boñiga de oveja con queso o como cuando llegas a la conclusión de que lo único que se ha de ser en esta vida de mentiras es uno mismo y cagarse en lo que le ponga barreras a la felicidad y la imaginación. Retiras las sábanas de seda que llevan encima los moralistas, esos que te censuran a todas horas y que te andan dando lecciones de la vida sin parar, y ves que lo único que hay debajo es una mezcla purulenta de miedo a la vida y de ganas de jod... al que vive mejor que ellos, que suele ser cualquiera que se pone a su lado. En realidad son tan falsos y tan hipócritas que se pegan la vida conteniéndose para no decir lo que piensan realmente a cara descubierta y siempre andan poniéndose de pie detrás de los descarados a los que critican y sermonean para poder mearse de miedo detrás de ellos cada vez que hay un conflicto y son los descarados los que tienen que enfrentarse a él con las armas que tienen. " No te puedes reír de eso", " Cálmate, eres demasiado impulsivo", " Yo no discuto", " No me gustan los follones",  " Así no se hacen las cosas", " te va a ir muy mal si sigues así", " Cómo has podido ser capaz..."  " Qué mal educado que eres"... Todas estas frases y otras más del estilo, las favoritas de los moralistas, solo encierran un gran pánico a la vida en sí misma y una gran incapacidad para aceptar los fallos propios y ajenos que son por otra parte lo más habitual y lo más definitorio del ser humano. Los moralistas son y han sido en realidad grandes generadores de sufrimiento humano. Son los que han creado leyes y sistemas ultra conservadores que han servido para encarcelar y matar al que se ha atrevido a ser humano y a ser uno mismo, han sido los que han creado teorías y corrientes de pensamiento que han cercenado libertades y derechos humanos, los que han condenado a mucha gente a vivir bajo una careta de moralidad para no ser apedreada por sus vecinos y los que han llevado a las escuelas la enseñanza de la intolerancia, el odio y la falta de respeto a la diversidad y a la capacidad del ser humano para enriquecerse desde la libertad y desde la puesta en común de ideas. Los moralistas no son tan inofensivos como parecen, de hecho, creo que deberíamos temerles más que al hombre del saco o  a los vampiros, porque son ellos los que en puestos de poder y en posiciones políticas de altura nos atan las manos para tratar de convertirnos en sus juguetes, en sus muñecos de serie, en sus piezas de ajedrez. 
     Siempre he creído y creeré en la libertad de actuación y de pensamiento, siempre que se respete al prójimo, y en que la capacidad para meter la pata va unido a la capacidad para sacarle el jugo a la vida a y la capacidad para hallar nuevos caminos. La mente es y debe ser libre, la libertad para actuar sin tener que oír al moralista de turno al lado arremetiendo contra todo y contra todos debería ser un derecho al igual que debería estar penado por la ley meter las narices en lo que hacen los demás si lo que hacen no daña a nadie y no incumbe a quien quiere meter sus napias en ello. Que no nos engañen, los moralistas no son el alfa y el omega de la humanidad. No son seres sabios ni la respuesta a los problemas de nadie. No hay nadie que se haya destacado en la historia por hacer algo bueno por el mundo y que haya exhibido una moral férrea y una gran inquietud por sermonear a los demás.
      No os dejéis timar. Ese moralista que tenéis al lado no quiere lo mejor para vosotros, os odia porque no tiene capacidad para vivir y para expanderse al mundo y por eso siente un placer oscuro y secreto en el hecho de censuraros y haceros sentir culpables. Quiere ser como vosotros, le gustaría decir lo que piensa y actuar en libertad, pero su cobardía y su falta de habilidades no se lo permiten. No dejéis que os diga que no podéis reíros de esto o de aquello o que vuestra vida es un desastre, porque él mataría por tener lo que vosotros tenéis. Si algún día tiene la oportunidad de lanzaros a una mazmorra oscura y encadenaros allí, lo hará. No bajéis la guardia. Él no lo hace nunca. 

Los moralistas, esos seres oscuros que están por todas partes

habla chucho que no te escuchoooooooooo


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