Cuando a finales de julio Zapatero adelantó las elecciones de marzo de 2012 al 20 de noviembre muchos observadores juzgaron que elegía el 36 aniversario de la muerte de Franco para que el PSOE denunciara al PP como el dictador resucitado.
Pero Zapatero, amante de simbolismos y de señales ocultas, ignoraba que su fullería, quizás válida con Aznar, era inútil con Mariano Rajoy, un señor tranquilo, moderado, en los antípodas del general suicida del Rif y líder guerracivilista.
Y este Rajoy gris, cuyo único acto imprevisible fue teñirse la cabellera para rejuvenecer, ha roto la imagen de Franco que buscaba Zapatero en el PP.
La necesidad del hilván entre ese partido y el dictador ha llevado ahora al PSOE a agarrarse como tablón de náufrago al alcalde popular de Algemesí, 30.000 habitantes, Valencia, que dijo que en el 20N “murieron grandes personas”.
Se presenta a ese alcalde como el paradigma del PP ¡Franquista, Golpistas!, gritan.
El hombre debería haber afirmado que en el 20N sólo murieron malvados: Franco y el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, fusilado en 1936 por la República en Alicante, a 135 kilómetros al sur de Algemesí.
Pero es que a Primo de Rivera lo mataron por sus planteamientos ideológicos, como hicieron con Calvo Sotelo, no por delitos de sangre.
Otro muerto el mismo 20N fue el gran héroe del anarquismo español, Buenaventura Durruti, a quien abatían en Madrid en 1936 desde las filas republicanas. CNT-FAI cree que lo asesinaron los comunistas.
Y, sí, en 20N “murieron grandes personas”, como el heroico Zumbi, el último líder del Quilombo dos Palmares (Brasil), ejecutado en 1695, el enorme escritor ruso León Tolstoy, en 1910, y el filósofo italiano Benedetto Croce, en 1952, desconcertante inspirador de marxistas y fascistas.
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SALAS.