Nuevo tomo de la colección de terror por excelencia, que vuelve a sorprender por el brusco giro de los acontecimientos. Después de los crueles sucesos del número anterior, inesperadas revelaciones y la aparición de un inquietante personaje ponen fin al rumbo que la serie había tomado durante los últimos meses y que incluso hacía que nos planteásemos su final a medio plazo.
Los guiones de Robert Kirkman continúan planteando complicadas situaciones a nuestros queridos personajes, quienes deberán tomar serias decisiones de acuerdo con el sufrimiento que han experimentado a lo largo de su existencia como supervivientes en un mundo hostil. Resulta asombrosa la capacidad del cómic para hacer partícipes a los lectores de la desconfianza e inquietud que sienten los protagonistas ante un hábitat aparentemente utópico, lo cual no se consigue sino a base de números acompañando a unos personajes torturados y humanos. Se palpa la tensión del ambiente, y en los próximos números veremos si funciona la mecánica de la comuna de supervivientes o si, por el contrario, queda de nuevo demostrado que "el hombre es un lobo para el hombre", máxima de esta serie.
El trabajo de Charlie Adlard sigue sorprendiendo y mejorando poco a poco, resultando prácticamente imposible imaginar a otro dibujante en la colección, pues Adlard ha logrado vincular ciertas expresiones y rasgos característicos a cada personaje. Mención aparte merece el guiño a la serie de televisión con la inclusión de un nuevo individuo con el aspecto físico del director Frank Darabont.
Una vez más queda demostrado que Los Muertos Vivientes es uno de los pocos cómics actuales que verdaderamente merece la pena seguir, ya sea por las sorpresas argumentales, la profundidad de la trama o el arte narrativo del que hace gala.
Ya que hablamos de zombis, no debemos pasar por alto la recién estrenada adaptación televisiva. Por el momento ha mostrado una fidelidad insólita al cómic original, además de una producción de nivel cinematográfico (obsérvense la caracterización de los muertos o la recreación de los parajes desolados). En el exitoso primer episodio conocemos al protagonista, Rick, interpretado por el semidesconocido actor británico Andrew Lincoln y ya podemos disfrutar de dos secuencias brillantes, cortesía de Frank Darabont: la primera es la inicial, que nos muestra de forma cruel hasta qué punto ha cambiado el mundo tal y como lo conocemos; y la segunda sería el momento en que Rick se enfrenta al zombi de la bicicleta mientras Morgan hace lo propio con su mujer, un pequeño adelanto de los horrores y atrocidades a los que se harán frente los personajes.
El apocalipsis zombi no ha hecho más que empezar.