*Este post puede contener spoilers.
Después de los trágicos acontecimientos y de las bajas sufridas durante la defensa de la colonia de Washington, Rick y los suyos intentarán rehacer sus vidas con toda la normalidad que les sea posible. Para ello, primero tienen que atender a los heridos, entre los que se encuentran algunos de sus seres queridos, fortalecer la colonia y planificar con cuidado su próximo movimiento: ampliar sus fronteras y establecer contacto con otros campamentos de supervivientes.
En los volúmenes 15 y 16 de Los Muertos Vivientes, titulados Encontrarnos a nosotros mismos y Un mundo más grande, respectivamente, asistimos a una etapa de transición que marcará el nuevo rumbo que seguirá el cómic escrito por Robert Kirkman durante los próximos números. Si anteriormente hemos presenciado la llegada de Rick y su grupo a Washington, la desconfianza inicial y la crisis de la colonia, ahora vemos el comienzo de una nueva era en la que, ya establecidos en su campamento, Rick, Michonne, Glenn, Andrea, Abraham y los demás se preocupan no sólo de cómo defenderse de los caminantes y de otros humanos, sino también de cómo prosperar en el futuro cercano. Para ello, deciden establecer contacto con otros grupos de supervivientes debido a la entrada en escena de un nuevo personaje, Jesús, quien les advierte de la existencia de una nueva amenaza que recuerda peligrosamente al Gobernador y a Woodbury.
Sin duda, lo más interesante de estos cómics es la evolución de Rick y de los personajes a los que llevamos más tiempo siguiendo. Se nota cómo les han marcado todas las situaciones traumáticas que han atravesado en este apocalipsis zombi, lo cual se puede apreciar en cómo Rick toma rápidamente el control de la colonia de Washington y vuelve a convertirse, casi sin quererlo, en el líder; y en la hostilidad y violencia con que reaccionan ante amenazas externas. Sin embargo, también queda demostrado que la colección ha perdido parte de su frescura inicial, hay ciertas situaciones que resultan repetitivas y otras inverosímiles (sobre todo lo sucedido con Carl, una exageración por parte de Kirkman), si bien es cierto que todavía consigue generar tensión y hacer que los lectores nos preguntemos qué será lo próximo a lo que se enfrentarán los personajes y si sobrevivirán.
Lo que no se ha resentido en absoluto es el trabajo de Charlie Adlard y Cliff Rathburn, quienes son capaces de transmitir a cada página el inconfundible aspecto gráfico que se ha convertido en el sello de este cómic. Con pocos trazos pueden reflejar en el papel lo que sienten los personajes, además de que el acabado en blanco, negro y gris siempre ha sido el más adecuado para el tono de la serie.
En definitiva, aunque la frescura del cómic se diluye, los volúmenes 15 y 16 de Los Muertos Vivientes marcan el tránsito hacia una nueva etapa que presentará nuevas dificultades para nuestros protagonistas y que seguramente enlazará con el número 100 de la edición estadounidense. Muchas gracias al gran Yota por haberme permitido disfrutar de este cómic.