Revista Cultura y Ocio
Kinaros es una tierra dura e inhóspita, con muy poco terreno cultivable. Su mayor riqueza radica en las montañas, donde el suelo es fértil y las minas, ricas.
Pero Kinaros está habitada por pueblos guerreros que ni conocen ni aprecian los minerales, las gemas preciosas o siquiera el cultivo. Son tribus nómadas, gente de guerra, de hurto y pillaje: se rastrean unos a otros para robar lo que tienen, para matar a los jóvenes y violar a las mujeres. El más fuerte es el más rico... y la riqueza se basa en los hijos y la comida, nada más.
Durante la gran guerra de Riah-Nie, cuando la familia Kabhk-Thi resurgió de sus cenizas tras más de cuarenta años de su completa aniquilación, algunos alquimistas abandonaron su tierra y partieron al otro lado de las aguas en busca de otro hogar en el que asentarse.
Descubrieron que los pueblos distantes de Kinaros no tenían ningún interés en lo que les ofrecían... y siendo pocos los recién llegados, su conocimiento no valía nada. Se habían equivocado: contra una masa de furiosos guerreros, la alquimia no podía hacer nada.
Pero más de cien años después, cuando los alquimistas eran ahora los esclavos y vivían sometidos, algo cambió en aquella tierra hostil de guerras tribales y pueblos sedientos de sangre: llegó su Dios, y trajo consigo mucho más que guerra, mucho más que sangre.