ADVERTENCIA SPOILEREsta parte de la historia de Riah-Nie sucede después de los eventos de La Devoradora de Almas. Puedes seguir leyendo bajo tu propia responsabilidad.
Pasaron muchos siglos de unidad en Riah-Nie. La Emperatriz Inmortal alcanzó incluso los pueblos de las costas, aunque para estos la vida no cambió demasiado: sin amos alquímicos antes, ahora seguían siendo libres, salvo que tenían el cuidado y la protección de una única y poderosa familia.
Pero ni siquiera la inmortalidad de su reina podía evitar que el cataclismo alcanzara su tierra, tarde o temprano.
Comenzó con el calor, un calor abrasador cada vez más intenso. Los mejores sabios trataron de averiguar su origen, y sobre todo, cómo detenerlo... pero no tuvieron éxito.
La alquimia sirvió para conseguir agua y comida durante algunos años, pero inevitablemente, las plantas comenzaron a morir en los lugares más alejados, luego el ganado, y al final, también las personas.
Desesperada, la Emperatriz hizo un llamamiento para condensar a toda la gente posible en un único lugar: la capital, su ciudad natal. Y allí, Aquel que No Crece levantó una muralla que mantuvo el calor fuera... y a todo el mundo, dentro.
Aquel calor calcinó los oasis y secó la mayor parte de las charcas del desierto. Solo su corazón sobrevivió, protegido por el muro de energía que convertía la antigua ciudad Kabh-Thi en un mundo aparte.
Aquellos que no llegaron o no quisieron acudir al llamamiento de la Emperatriz se reunieron en las costas y trataron de soportar el cataclismo a su modo. Muchos perecieron en su orgullo, pero unos pocos lograron sobrevivir... crearon ciudades alineadas con el agua y en las islas circundantes, y de algún modo consiguieron mantenerse con vida.
El cataclismo duró más de doscientos años. Para entonces, las gentes de las costas ya no recordaban a la Emperatriz, su llamada ni su protección... pero allí, en medio del desierto, la muralla finalmente se vino abajo, y el pueblo de Riah-Nie salió tímidamente a un desierto calcinado, buscando recuperar lo que habían perdido.