Autor poco conocido, el pionero del cómic de ciencia-ficción francés Victor Joseph Louis Mousselet (1853-1940) utilizó el pseudónimo “G. Ri”, que se pronuncia como “Yo me río”. Aunque trabajaba como delineante para el ejército, dedicaba su tiempo libre a dibujar. Comenzó en 1894 en La Caricature, junto a nuestro viejo conocido, el pionero de la paleohistorieta Albert Robida. En Pêle-Mêle publicó sus famosos inventos, a los que tanto parecen deber las Inventions of Professor Lucifer Gorgonzola Butts (1928) de Rube Goldberg o los Grandes inventos del TBO (1943), del profesor Franz de Copenhague, creado por Joaquín Buigas con dibujos de Nit y luego Tínez, Benejam, Tur o Sabatés.
Le savant Diplodocus a travers les siècles
Pero lo mejor de su producción fueron las historietas que publicó a partir de 1902 Fayard en sus revistas La Jeunesse illustrée (1903–1935) y, sobre todo, Les Belles images (1904-1936), de donde proceden todos los cómics que te vamos a presentar en este post. Los cómics de G. Ri, son el equivalente en viñetas de las novelas de Verne o, sobre todo, las películas de Mèliés, tanto por la temática elegida, como por su puesta en escena y su tratamiento naïf. Aunque para poder disfrutarlas hay que tener en cuenta que, en esta época, las historietas europeas llevan el texto al pie de viñeta, claro. La fantasía desbocada del autor toma elementos de los cuentos de hadas a los manuales militares, pasando por la mitología, los relatos de ficción especulativa y, por supuesto, la incipiente y sugerente paleontología. Desgraciadamente, Mousselet dejó de dibujar poco después de la Gran Guerra.
Dans l'infini (2017, 2024)
Lo más increíble de todo es que jamás se compiló su obra en ningún volumen en vida, craso error editorial que hoy están tratando de enmendar editores como 2024 (Estrasburgo), que en 2017 publicó un volumen titulado Dans l’infini que, aparte de la historia homónima de 1906-1907, contiene Le savant Diplodocus a travers les siècles (1912) o Dans la planète Mars (1914-1915). El título de la segunda te puede orientar algo sobre la atracción que nuestro artista profesaba por los dinosaurios y, como ahora veremos, no se quedó ahí. Por supuesto, en España este autor es completamente desconocido. Esta entrada pretende que, aunque aún no podamos leerle en castellano, al menos tengamos una mínima referencia de la obra de este genio del cómic de ciencia-ficción de comienzos del siglo XX.
Au fond de la mer
Una de las primeras historias en las que «G. Ri» echó mano de fauna mesozoica fue Au fond de la mer (1906). En una escena, el científico Fucus es repentinamente atacado por “una especie de ictiosaurio gigante, la única que aún existe” (aunque su apariencia nos recuerda más la de un plesiosaurio), que le habría devorado de no ser porque es a su vez embestido por “otro monstruo, quizás aún más antediluviano”, de difícil encaje filogenético.
Dans l'infini
A finales de ese mismo año, Mousselet comenzó en Les Belles images la ya mencionada serie Dans l’infini. En enero de 1907, los protagonistas encuentran en una cueva “esqueletos de animales mucho más gigantescos y extraordinarios que los del más antediluviano de nuestros mamuts”.
Dans les entrailles de la Terre
Estos esporádicos encuentros con fauna de tiempos pretéritos van a proliferar en la siguiente serie de nuestro autor, Dans les entrailles de la Terre (1907), claramente influenciada por Verne. Aquí sí encontramos algunas criaturas que podrían identificarse con ictiosaurios, además de “pájaros” que nos parecen pterosaurios, un monstruo similar a los iguanodontes cuadrúpedos de Crystal Palace o un dinosauroide bípedo al que el autor denomina “anchitherium” (nombre que realmente corresponde a un équido del Mioceno inferior). Finalmente, la embarcación de los protagonistas será atacada por un (esta vez estamos de acuerdo) plesiosaurio que, de nuevo, será detenido por el monstruo inclasificable que conocimos en Au fond de la mer.
L'ille de la Fée Bijou
En L'Ile de la Fée Bijou (1910) encontramos lagartos alados de aspecto pseudodraconiano o gigantescas serpientes marinas, pero no dinosaurios.
En 1912, “G. Ri” publica Le savant Diplodocus a travers les siècles. Diplodocus no hace referencia en este caso a un saurópodo, sino que es el nombre del protagonista, que adquiere la capacidad de viajar en el tiempo gracias a un cóctel de drogas. El afán didáctico de este cómic es encomiable, pues reúne buena parte del conocimiento geológico y paleontológico de la época. Habrá que esperar a la posguerra mundial para volver a encontrar algo similar, en los cómic-books norteamericanos. Diplodocus comienza su “viaje” observando la formación de la Tierra.
Hylaeosaurus de Le savant Diplodocus a travers les siècles
En la cuarta entrega llega al Mesozoico, donde se encuentra con una buena representación de la fauna local: Labirintodon, Ichthyosaurus, Plesiosaurus, Pterodactylus, Teleosaurus, Hylaeosaurus, Ramphorhynchus, Iguanodon o Megalosaurus. El viaje de nuestro sabio continúa en el Cenozoico y llega hasta las primeras civilizaciones. Cuando está a punto de ser sacrificado en un altar, se le pasa el efecto de las drogas. Una vez recuperado, aprovechará la experiencia para escribir un tratado de geología y paleontología.
Dans la planète Mars
Por último, en Dans la planète Mars (1914) no hay dinosaurios, pero volvemos a ver extraños monstruos de inspiración sauria: pájaros con dientes, serpientes voladoras o marinas...
Le savant Diplodocus a travers les siècles