Un fenómeno físico inaudito ocasionado, parece ser, por el acelerador de partículas mayor instalado en el mundo ha provocado un 'fogonazo' que ha dado al traste con la vida humana en el planeta Tierra. Ha ocurrido el "miércoles 10 de septiembre de 2008". Los seres humanos literalmente se han volatilizado, han desaparecido sin dejar huellas. ¿Todos han desaparecido? Evidentemente no, al menos alguien está con vida, concretamente quien está dando cuenta de tan terrible suceso: el narrador de esta novela.Pasados unos días, en una de sus salidas por Madrid para entrar en algún supermercado a coger alimentos, al pasar por delante de un Corte Inglés este hombre ve, con sorpresa, que una mujer joven, una chica, sale de ese centro comercial. Intercambian apenas unas palabras entre ellos, pero ella, -Alicia se llama-, comienza a seguirle cuando él torna a su apartamento próximo a la Plaza Mayor. Estamos en Madrid.
Toda la historia que cuenta la novela transcurre en apenas dos años. Asistimos en ella a una serie de discusiones entre este hombre y esta mujer, 20 años menor que él; unas discusiones en las que raramente se ponen de acuerdo. Él es más conformista con la nueva situación; ella no quiere aceptarla y quiere moverse para ver si existen otros posibles supervivientes como ellos dos. Si así no fuera aún tienen otra posible opción a añadir a las que representan uno y otro, la de unirse y comportarse como nuevos Adán y Eva.
Múltiples son los asuntos que se plantean esta pareja: la muerte, la soledad, la necesidad o no del Arte en un mundo sin personas, Dios, los sentimientos..., y, evidentemente, el Amor. Este último es el motivo fundamental de todo el relato: ¿Amor o mera necesidad de estar acompañados para evitar la terrible soledad? La novela cuando aborda estos asuntos parece ser más bien un ensayo en el que se enfrentan dos posturas opuestas cuyos sostenedores quieren por todos los medios convencer al otro con argumentos de peso de su razón y verdad.
Por el motivo que pone en marcha la narración -la desaparición de la Humanidad del planeta- creo que la novela cabría encuadrarla dentro del género distópico ("Poco a poco, el mundo al que habíamos pertenecido se iba haciendo más pequeño, se iba encogiendo, y nosotros éramos testigos inertes de aquel lento proceso de pérdidas ante el cual sólo nos quedaba resistir.", pos. 961). Sin embargo, la evolución de la relación en la pareja y el tono amable con el que se muestran sus correrías por un Madrid desierto -¡cuánto me ha recordado este Madrid silencioso al que Amenábar presentó en su film "Abre los ojos"!- me obligan a no ser tajante en la adscripción a esta modalidad narrativa. Tampoco ayuda mucho a hacerlo el que la acción se sitúe seis años antes del momento en que los lectores tienen la novela en sus manos.
Como ya me sucediera con su siguiente novela creo que Fernando Benzo [para conocer la biografía del escritor pinchar aquí] aprovecha la anécdota que ha imaginado para hacer un canto al Madrid actual, a su ciudad, que en cierto modo se convierte en el tercer personaje de esta, casi deshabitada, novela. Estos dos humanos sobreviven gracias a la ciudad que quedó congelada en el tiempo ese 10 de septiembre de 2008 pero afortunadamente para ellos no destruida. Pueden sobrevivir y cubrir todas sus necesidades materiales porque hay comercios a su entera disposición; y también pueden atender las, llamémoslas, exigencias espirituales porque los parques -en especial el Retiro- ahí están para su esparcimiento; de igual modo los Museos, como el del Prado, les sirven para colmar esa necesidad. A este respecto no se puede obviar que el narrador es artista, ¡de cuadros fractales, sí, pero artista!
Desde el punto de vista formal esta novela corta poco o nada tiene que ver con "Las cenizas de la inocencia" que reseñé hace pocos días [para leer la reseña pinchar aquí]. En mi opinión, la historia situada en la España de los años 40 es en todo superior a ésta que acabo de leer. La verdad es que son dos narraciones muy distintas como se puede ver. Sin embargo es evidente que detrás de ambas está el mismo escritor que como en él es característico hace gala de un humor irónico que sabe utilizar con gracia y soltura:
"Ella también sonrió.También creo que hay coincidencia en el culturalismo que el autor vierte en las dos novelas, si bien en este relato gira más bien en los terrenos del Arte:
-Dime una. Una sola persona a la que echas de menos.
-Te echaría de menos a ti si no estuvieses.
-No intentes coquetear conmigo. No me gustas nada.
-Por suerte para ti, tienes donde elegir…" (pos. 685)
"Logré reunir a la Maja Vestida con el Descendimiento de Van Der Veyden, el Triunfo de la Muerte de Brueghel con los Chicos en la Playa de Sorolla, el Sueño de Jacobo de Ribera con Venus y Adonis de Veronés y junté sin más criterio histórico ni artístico que mi gusto obras de Patinar, Antonello de Messina, Zurbarán y Tiziano." (pos. 1170).Es claro que el escritor usa estas notas culturales al servicio de la caracterización de los personajes: en "Los náufragos..." un artista de cuadros fractales, y en "Las cenizas..." un diletante de la música de jazz en los clubes nocturnos del Madrid de los años 40. En ambos casos el acierto es total y los personajes quedan muy verosímilmente diseñados así.
Aunque no es algo que aparezca con tanta frecuencia como en "Las cenizas..." también aquí hay ocasiones en las que el novelista utiliza el idioma con cierta altura poética:
"Nos quedamos quietos, sin decir nada. Ella sentada y yo de pie y, al lado, Felipe III subido en su caballo. Tres estatuas tornándose naranjas bajo la luz de un atardecer de primavera." (pos, 1340)Si bien el narrador es ese hombre algo descreído ya de vuelta de muchas cosas a veces el 'yo' deja paso a la 2ª persona narrativa que a veces integra al 'tú' lector en el relato y otras tiene ese sentido generalizador tan habitual en nuestra lengua:
"Tenía esa mirada que te taladraba, como si por mucho que quisieras nunca pudieses ocultarle nada. Y su voz pausada. Y una pizca de ironía en la sonrisa que aparecía siempre en los momentos justos. Y hacía esas preguntas directas cuando menos te lo esperabas." (pos. 808)Algo que sí que distingue esta novela de la otra que he leído es el vocabulario desinhibido que utiliza aquí Benzo; un vocabulario lleno de palabras gruesas pero que viene a cuenta dado que a día de hoy se podría decir que hablar así es más bien una característica coloquial:
- "Si quieres, también puedes darme una hostia…" (pos. 902)
- "¿Qué coño pasó? Que algo, un acelerador de partículas atómicas o una mierda de mariposa que aleteó a destiempo en la China, alteró las reglas y desencadenó el maldito fogonazo que se cargó a todo bicho viviente menos a ti y a mí. Punto y final." (pos. 427)
Hasta aquí mi reseña sobre la novela de Fernando Benzo. Lo que viene a continuación es más bien una queja contra ese monstruo que se llama Amazon de cuyo inmenso vientre he tomado esta novela corta de Fernando Benzo. Y mi queja viene dada por deficiencias en la edición que achaco exclusivamente a la multinacional que no repara en otra cosa que en hacer caja y le importa un pimiento confundir la interrogativa 'por qué' con el sustantivo 'porqué', o que suprime, así porque sí, la grafía 'H' de la interjección 'hala' dejando a la pobre convertida en un dios musulmán en minúscula, o también que coloca las tildes donde le da absolutamente la gana. ¡Donde esté el papel...!