Si en lugar de ser miembros de una sociedad crispada, llena de nervios e insegura por su eterna huida hacia el delito y el enfrentamiento, también enferma de corrupción y odio, fueran verdaderos demócratas, Puigdemont, Forn y Trapero habrían tenido que dimitir por mentir a los ciudadanos y anteponer el independentismo a la democracia y a la seguridad ciudadana. ---
La Generalitat es un manojo de nervios, sin suficiente calma para gobernar con cordura, prudencia y apego a la legalidad. Inmerso en un un peligroso estado de inseguridad y miedo, el gobierno catalán está perdiendo el norte, la eficacia y la coherencia que la sociedad catalana necesita en estos momentos. Su obsesión por mantener la ruta hacia la independencia, a pesar de que ese camino les conduce a la prisión, les llena de miedo, les inquieta, altera y confunde, hasta el punto de cometer errores de enorme gravedad, como el de haber hecho caso omiso del aviso claro, recibido de las autoridades norteamericanas, de que se estaba preparando un atentado yihadista en las Ramblas de Barcelona.
Falta un mes para el referéndum y Puigdemont y los suyos saben que no va a celebrarse, pero quieren forzar al gobierno español a que cometa actos violentos que provoquen el rechazo de la sociedad catalana. El sueño de los independentistas es, desde hace mucho tiempo, disponer de mártires y lograr que el Estado Español meta los tanques en las calles de Barcelona, convencidos de que sólo entonces el independentismo, hoy minoritario y renqueante, a pesar del apoyo oficial, se dispare y se torne imparable.
Ese ambiente de inseguridad, miedo, tensión y enfrentamiento contra las leyes y la autoridad del Estado produce un estrés terrible y desquiciante que constituye, en si mismo, un peligro muy grave porque el peor enemigo del buen gobierno es la histeria y el pánico, dos rasgos presentes en el actual equipo que gobierna Cataluña.
El pasado 15 de julio, el diario El País publicó un informe en el que decía que "El miedo anida en la cúpula secesionista", citando como consecuencia de ese miedo los nervios, las inquietudes y la remodelación del Govern de Carles Puigdemont, donde el consejero Jordi Baiget confesó su miedo a que la estrategia seguida acabase destruyendo su patrimonio por causa "de las responsabilidades penales o civiles subsidiarias derivadas del formato delictivo (desechando las opciones legales) con que se ha escogido convocar un referéndum unilateral".
Ante Puigdemont y los suyos sólo hay un callejón sin salida o una salida traumática que incluiría violencia y enfrentamientos. Ellos tienen el poder de decidir si toman un camino u otro. Ninguna de las soluciones es buena para ellos, salvo que negocien antes. Si renuncian al referendum, fracasan politicamente y pierden el poder, pero si optan por abrir las urnas, en contra del Tribunal Constitucional y de las leyes vigentes, serán responsables de delitos que les llevarán, sin duda, a la cárcel o a situaciones todavía más dramáticas, con enfrentamientos en las calles entre agentes de la ley y radicales independentistas fanatizados y espoleados por sus líderes políticos.
La situación, que afecta muy directamente al cuerpo de los mossos d'esquadra, único cuerpo armado del que disponen los independentistas, colocado bajo el mando de un secesionista fanático, es muy grave y ojalá reine la cordura.
Francisco Rubiales