No sólo el horror y el dolor quedaron tras el paso nazista por la historia universal y no sólo fueron los judíos las víctimas del odio y la discriminación enajenada. Entre los tantos proyectos nazis dedicados a mantener su estirpe aria existía uno muy particular llamado Sociedad Lebensborn, creado en 1935 en respuesta al decreciente índice de natalidad alemán.
El objetivo de dicha sociedad era incentivar a los alemanes, principalmente a los agentes de la SS a que tuvieran hijos, bajo la convicción de que ningún niño ario quedara sin nacer, ya que esta sería la raza superior que poblaría Europa.
En un principio el proyecto involucraba a las mujeres de los altos oficiales, quiénes ingresaban en centros especializados y allí rodeadas de los mejores expertos pasaban su embarazo y la lactancia de los infantes. Pero el desquiciado proyecto fue más allá exigiendo a los miembros de la SS tener como mínimo cuatro hijos, sin importar que fuese dentro o fuera del matrimonio y las instituciones se comenzaron a llenar de madres solteras que cargaban en sus entrañas un descendiente alemán.
En 1940 los nazis invaden Noruega, alentando a sus oficiales a procrear con las mujeres locales, rubias y de ojos azules. Se les aseguró que el Tercer Reich se encargaría del niño si no deseaban casarse o si ya estaban casados, otorgándole a las madres noruegas una manutención para los pequeños.
Del horrible experimento nacieron más de 8000 infantes que desde su llegada al mundo sufrieron el rechazo y el exilio de su pueblo. Hacia el final de la guerra las emisoras de radio, a través de la BBC, advertían sobre las consecuencias que al marcharse los alemanes enfrentarían estas mujeres:
" hemos emitido una advertencia anteriormente y lo repetimos aquí sobre el precio que pagarán estas mujeres por el resto de su vida: todos los noruegos las despreciarán por su falta de moderación."
Dichas advertencias se convirtieron en realidad y al acabar la guerra unas 14000 mujeres fueron llevadas a campos de trabajos forzados durante año y medio, donde muchas fueron violadas y sometidas a terribles vejaciones.
Los niños fueron despectivamente denominados
"chicos nazis" y se convirtieron en el objetivo de la ira vengativa del pueblo noruego. Muchos acabaron en orfanatos donde padecieron maltratos y abusos sexuales otros fueron diagnosticados como "retardados" por portar "genes malos", encerrados en clínicas mentales, y hasta en ocasiones objeto de experimentaciones médicas. Orfanatos y clínicas que no abandonaron por muchos años.
La crueldad cometida contra estos niños no fue diferente a la que se derrochó en el régimen nazi contra los judíos. Los niños de guerra del orfanato Bergen fueron sacados a desfilar para que la gente los golpeara y escupiera ,a algunos incluso les arrojaban ácido en la piel para "quitarle su olor nazi" o se les fregaba la misma hasta que sangraban. Mientras el gobierno noruego barajaba la posibilidad de deportarlos a la mismísima Alemania o a Australia, medida que nunca llegó a concretarse por negación de dichas naciones.
Aún conmueven las desgarradoras historias de estos niños, que luego de que Frida,integrante de Abba y niña de guerra, denunciara los abusos que sufrió,fueron saliendo a la luz poco a poco. Una de las más tristes es la de Paul Hansen quien con sus palabras cierra esta historia a modo de silente reflexión sobre la capacidad humana para la crueldad y el horror.
" Nací en una casa Lebesborn en 1942 y mi madre me dejó allí. Más tarde supe que después de la guerra, una delegación del gobierno vino a la casa para decidir qué hacer con los 20 niños de guerra incluido yo,que habían quedado allí.
Estábamos en fila y el médico dijo que nos llevaría. Resultó que él era el jefe de una institución mental. No hubo pronóstico médico detrás de su decisión. Éramos niños de guerra por lo que éramos "retrasados" debido a nuestra paternidad. No hicieron ningún esfuerzo por rastrear a ninguno de los miembros de nuestra familia. Simplemente nos encerraron con niños tan enfermos qué algunos eran incontinentes e incapaces de alimentarse. Yo tenía 4 años.
Cuando fui liberado había perdido cualquier posibilidad de una educación adecuada y durante los años siguientes fui de un hogar a otro.
Finalmente me enviaron a una escuela especial para niños con discapacidades de aprendizaje y enfermedades mentales. Esta fue la única educación formal que recibí. Los niños de guerra fueron segregados del resto de la escuela. No se nos permitió ningún contacto con la comunidad externa. Luego me trasladaron a otra institución mental, donde fianlmente tuve la edad suficiente para salir.
La gente de allí me ayudó a conseguir trabajo en una fabrica. Mis colegas solían burlarse de mí sin piedad hasta que un día me puse de pie y les conté lo que me había sucedido. Nunca más se burlaron de mí y me quedé allí durante 17 años.
Ahora trabajo como limpiador y conserje en la Universidad de Oslo. Por mucho que me duela hablar sobre mi pasado, lo hago porque es importante que la gente sepa lo que nos pasó. Pasé los primeros 20 años de mi vida en instituciones mentales solo porque mi padre era alemán.
Nunca nos libraremos del estigma, no hasta que estemos muertos y enterrados. No quiero ser enterrado en una tumba, quiero que mis cenizas sean esparcidas por los vientos, al menos entonces ya no molestarán más."