Revista Infancia

Los niños. ¿Nuestros maestros?

Por Janeth

LOS NIÑOS ¿NUESTROS MAESTROS?
"Solo cuando aprendamos a ver el mundo con ojos de niño, habremos completado nuestro verdadero crecimiento." (Elvis Canino)

“Los niños son nuestros maestros”. La mayoría de los adultos no solo no toman en serio esta afirmación, la cuestionan, a veces se ríen y me dicen en mi cara que es una locura. No es de extrañar que su mundo y todo lo referente a él, sean la verdadera locura.

Ser adulto, para la mayoría de ellos, es haber superado esa etapa inocente e ingenua llamada niñez y haber logrado la cordura, la inteligencia y la sensatez necesarias para ser alguien medianamente normal y aceptado en el “mundo real”.

Según la mayoría de los que integran este mundo Adulto, es imposible o más bien poco lógico, que alguien que vive jugando, imaginando cosas y que además no sabe “ganarse la vida decentemente”, pueda enseñar algo. Por lo menos algo que el perfecto juicio de los mayores catalogue como “cuerdo” o productivo. Cosas como explorar, preguntar u observar solo pueden hacerse cuando el objeto de estudio es "algo serio” o genera beneficios financieros o intelectuales. De lo contrario se trata de una total pérdida de tiempo.

Según el criterio del mundo Adulto, ser niño es algo hermoso, pero tarde o temprano debe ser superado. Por lo que se han diseñado escuelas, que cada vez más temprano, deben ir enseñando lo que es hacer fila, cumplir horarios y aprender cosas tontas que te permitirán establecer una conversación lógica con cualquiera de sus miembros. Por cierto, una de las principales funciones de estas, es enseñarte quien es el verdadero maestro en su mundo: ELLOS.

Aprender a desconfiar del prójimo y a competir son otras de las cosas que se te enseñan desde temprano. Pues el éxito y la inclusión son claves fundamentales para la supervivencia segun su criterio.

En el mundo Adulto o aprendes a ganar, o eres nadie. Jugar tiene para ellos un significado diferente, juegan para ganar. ¿Jugar por jugar? Eso es para bebes.

Los adultos usan estimulantes artificiales para marearse y reír. Olvidaron lo sencillo que es hacerlo dando vueltas y vueltas.

Los adultos leen la prensa para preocuparse y comentar sobre lo que sucede en el mundo, olvidan que si perdonaran, jugaran y amaran más, las cosas serían más sencillas y los titulares hablarían de cosas verdaderamente importantes como el Amor.

Solo contemplan los colores para escoger un auto, aceptar o rechazar a una persona, saber si un billete vale más que otro o deleitarse con lo que ellos llaman joyas. Pocas veces lo hacen para admirar un atardecer o las alas de una mariposa.

Pasan mucho tiempo con el ceño fruncido y han olvidado el arte de reír por nada. No es extraño verlos camino al trabajo con cara de pelea.

Rara vez se detienen a mirar el cielo, y han dejado atrás el delicioso arte de ver las infinitas formas que adquiere una nube mientras pasa por encima de nuestras casas.

Se cubren para no mojarse cuando llueve y pretenden enseñarnos a hacer lo mismo, diciéndonos que las deliciosas gotas de lluvia solo traen resfriados y catarros. Estoy seguro de que si pasaran más tiempo saltando en los charcos, estarían más cerca de Dios que cumpliendo su puntual, seria y a veces obligada cita dominical con él.

Los adultos solo hablan y se ocupan de temas serios, si les dices que acabas de contemplar una fila de hormigas trabajando, te rascarán la cabeza y seguirán atendiendo sus serios y urgentes asuntos.

Ensuciarse en su mundo solo es válido para ganarse la vida; jamás verás a un adulto serio ensuciándose las rodillas para ver de cerca un caracol o para escarbar la cueva de una lombriz y ver que hay dentro.

Los adultos no juegan con sus vecinos, bueno…….a veces lo hacen, pero solo para ganar trofeos y demostrar que son superiores.

Han olvidado amarse a sí mismos, por lo que saborear su propio moco o disfrutar de su propio olor sin perfumes, son conductas inapropiadas, no es de extrañar que siempre vivan renegando de su cuerpo y buscando parecerse a otros.

Ellos adoran la hipocresía, no les importa hablar mal del ausente. Olvidaron la espontaneidad y la sinceridad de un niño, de hecho las condenan y castigan.

Casi no juegan, casi no ríen, casi no aman, casi no sueñan, casi no se acuestan en la grama, casi no dicen la verdad, casi no se ensucian, casi no cantan, casi no caminan descalzos, casi destruyen el planeta donde viven ¿y son los niños los que deben aprender de ellos?

Una vez alguien me dijo que estaba bien pensar como niño, pero con la sensatez del adulto y con “los pies en la tierra”. Después de reflexionarlo mucho, creo que mejor pongo los pies en la luna y me quedo aprendiendo solo de los niños y de los pocos adultos que son como ellos.

Por Elvis Canino


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