Revista Comunicación

Los niños que crecen en un país sabiendo que del arte se puede vivir

Publicado el 25 mayo 2017 por Maritriniginer

Son las dos de la tarde y ya comí. De hecho ya terminé hacer rato la digestión. Estoy en mi oficina, frente al ordenador, sentada, revisando las fotografías que tomé durante la función de ayer. Hace menos de un mes que llegué de España a Suiza, y más concretamente a este teatro que gestiona el ayuntamiento en la ciudad de Monthey, una ciudad entre los Alpes, ubicada en la parte francesa del país, conocida como Romandía o Suiza romanda. Hoy es domingo. No es habitual que esté aquí un domingo pero hoy he elegido estar. No quiero perderme el espectáculo especial de este día en el Théâtre du Crochetan

Las puertas del teatro están abiertas y estoy esperando escuchar algún mínimo ruido que sea la pista que me indique que ya están aquí para prepararse. Quiero salir a darles la bienvenida y conocerles. Hoy celebran diez años de la Federación Suiza de Escuelas de Circo, aunque algunos de ellos no alcanzan esa edad, ya forman parte de esta federación.

10 años de la Federación Suiza de Escuelas de Circo.

Los protagonistas de esta tarde no son habituales ni para ellos lo es actuar en un teatro para más de seiscientas personas. Son unos artistas especiales, con mucho futuro por delante. Les acompañan sus padres, abuelos, tíos y hermanos, quienes son sus más fieles seguidores. Saben que esto no es solo un juego. Además de ser una actividad física saludable y enseñarles valores, puede convertirse en una profesión real. Todos los asistentes han pagado su entrada, precio casi como si fueran a ver una obra de teatro con actores profesionales. Veinte francos suizos si eres asociado a la federación y si no, veinticinco.

Están entrando por la puerta, aunque sin hacer mucho ruido, se les nota entusiasmados. Hay de todas las estaturas. Tienen entre seis y dieciséis años. Rubios, morenos, castaños, pelirrojos, con rasgos asiáticos, africanos, indígenas, caucásicos. Un ejemplo de la sociedad de este país. Todas las razas posibles, todas las mezclas posibles conviven perfectamente en paz, tolerancia, respeto y con las mismas oportunidades.

Aún no hablo bien francés y tras saludarles, les pregunto quiénes hablan inglés. La gran mayoría, alguno tímido, dice que no muy bien pero puede entenderme. Les comento que soy española que si alguien habla español también podemos hablar en este idioma. Y me sorprendo al ver varios que me responden en español y me dicen que su padre y otros, su madre, son de España y por eso, además de hablar inglés, francés y alemán, idiomas obligatorios que estudian en Suiza, hablen español.

Les realizo otra pregunta, de qué ciudad de España son sus padres. Una de las niñas, la más pequeña, Sarah, de seis años, me dice que de Argentina. Le explico que en Argentina se habla castellano pero es otro país y está en otro continente, aunque hay algunas palabras y expresiones diferentes, podemos entendernos perfectamente. Y es un país mucho más grande y muy bonito también que debería visitar. Entre estos casi cien jóvenes, la mayoría nacidos en Suiza aunque sus padres no sean suizos, uno de ellos, a quien trataban como uno más, tenía Síndrome de Down.

Antes de ir a los camerinos a cambiarse, subimos a la primera planta, quiero que vean la exposición de arte que tenemos, Bruissement. La artista es Anaëlle Clot,  una joven ilustradora de Lausana, una ciudad suiza de esta parte francesa pegada al lago Lemán. En sus obras se observa animales, naturaleza, y oír hablar a estos niños de términos como abstracción, figuración, trazo de mano firme con elementos periódicos, texturas, patrones… me dejó con la boca abierta. Parecía que se habían estudiado el folleto antes de venir, pero cómo, ni siquiera sabían que íbamos a hacer esta actividad. Mostraban interés y tenían muchas cuestiones, aunque, ellos no habían venido para ver la exposición. Se acercaba la hora y tenían que ultimar detalles para comenzar el espectáculo.


Vídeo sobre la función de la Mediación Cultural con la exposición de Anaëlle Clot en la Galería de Arte del Théâtre du Crochetan.

En los camerinos se notan los nervios, no hay tiempo para entretenerse, pero no se oye a nadie hablar alto, ni dar portazos, ni correr,… Están muy contentos y a la vez, trabajan seriamente. Llegó la hora. Acrobacias aéreas, contorsionismo, malabarismos, cuerdas flojas, trapecios,… Todo perfectamente programado, todo perfectamente ejecutado. No solo los ejercicios, también la luz, la música… Y hasta los aplausos que se escuchan son perfectos. El Circo del Sol en pequeño. El circo con animales puede estar cada vez más en decadencia debido a las cuestiones sobre el trato que se les da pero el circo acrobático cada vez está más presente y hay más jóvenes que saben que si les apasiona y se esfuerzan, pueden cumplir su sueño de dedicarse a ello.


Los niños que crecen en un país sabiendo que del arte se puede vivir

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