En fechas recientes se ha producido un cierto debate sobre los niños y la política. En relación a una participación en un programa televisivo en el que se preguntaba a niños sobre cuestiones políticas de actualidad, se despertó una serie de críticas en el sentido de que los niños deben quedar aparte de las cuestiones pilíticas y que involucrarlos puede atentar contra su derechos (sic!)
Desde la Pediatría social tenemos la tendencia a considerar que a los niños les afecta todo. Para bien y para mal, los niños están en el mundo, en la sociedad, y naturalmente participan en todos los eventos y acontecimientos. Ya nos gustaría ahorrarles a los niños su dolorosa participación, por ejemplo, en los conflictos bélicos. O en las catástrofes naturales. O de sufrir las consecuencias de políticas económicas y sociales que les hacen la vida más dificil, más triste, más pobre o más absurda. Incluyendo también los efectos de decisiones políticas de tan dudoso acierto como la ley de Educación del actual gobierno del PP (la ley del majadero del ministro Wert) o las medidas implementadas por el gobierno de las Islas Baleares sobre el uso de las lenguas en las escuelas y que han conducido a una prolongada huelga de los enseñantes en protesta.
En general los padres no quieren que a sus hijos se les manipule, se les agreda o se les indoctrine desde cualquier frente. Lamentablemente los niños son víctimas de daños irreparables por parte de los poderes políticos, hagan lo que hagan los padres.
Los padres son muy dueños de informar, ilustrar y educar a sus hijos en el contexto de las ideas políticas que sean de su preferencia. Acompañarán o se harán acompañar de sus hijos a manifestaciones callejeras, mítines o concentraciones. Autorizarán a sus hijos a contemplar noticiarios de televisión o leer periódicos o panfletos, y darán las explicaciones que se les alcancen en respuesta sus preguntas.
Todo ello es, además de legítimo, algo sano. Sólo la violencia y las coacciones de carácter político deben ser evitadas.
De ahí que no haya que escandalizarse de que unos menores expresen su opinión o sus vivencias en el ámbito de la política. Bienvenidas sean, a menudo con mucho más sentido común que las de muchos adultos.
X. Allué (Editor)