Revista Libros
Elobservatorio andaluz de la publicidad no sexista, una de esas entidadessufragadas con dinero de todos en las que se coloca a políticos defenestrados ya familiares y amigos de los que mandan, ha abierto un expediente al Horno de Curro, un restaurantesevillano, por el “imperdonable delito”de ofrecer una cena sólo para chicas y con espectáculo de boys. Por lo quecuentan, su transgresión más deleznable fue incluir en el folleto la imagen deltorso depilado de uno de estos muchachos que se quitan la ropa y provocan queseñoras de reputación intachable se comporten como camioneros recién salidosdel trulloEscierto que la violencia no sólo se ejerce con palos y puños, pero este caso,paradigma de la estulticia institucional, o de la GILIPOLLEZ con mayúsculas encada una de sus letras, ejemplifica a la perfección por qué debemos deshacernossin más dilación de todos esos sumideros de fondos públicos, organismos denombre altisonante y absolutamente ninguna utilidad, que las más de las vecesse limitan a malgastar los generosos presupuestos que se les asignan y enotras, como la que nos ocupa, tratan en vano de justificar su más queinjustificable existencia emprendiendo acciones como la citada, atentadoscontra el sentido común y demostración palpable del primer principio de Peter,ese que postula que “el número de tontoses infinito”.Enestas ocasiones, un servidor no puede dejarde evocar al personaje creado por José Mota, el Tío de la Vara, ese que proclama que su misión es luchar contratoda la tontería del mundo. Desde luego, tarea no le va a faltar.