YOLANDA TAMAYO
No os azoréis boca mía si al pronunciar su nombre tiembla la voz, y como si un niño asustado hablara, sólo lográis pronunciar un titubeo sollozante.
Pues indigno sois labios de desatar las letras que unidas forman su nombre.
No tengáis miedo si por prudente pecáis de ausencia, si intentando perfeccionar vuestra pronunciación imitáis una voz más agradable.
Concebiréis cuan amable son los oídos del oidor Santo, ser supremo que no se deleita en la entonación, y que aún siendo el mayor de los oradores, observa el corazón de quién porta lengua, sin tener en cuenta los vocablos que utiliza.