«… Desde niño, cuando empecé a sufrir esto de cerrar los ojos mucho tiempo, he visto más que los demás. Veo incluso lo que hay detrás de los ojos de los muertos…»
Reseña escrita por Maudy Ventosa.
La Editorial Galaxia Gutenberg acaba de publicar la última novela de la escritora vasca, Doctora en Literaturas Hispánicas, Edurne Portela, escrita en un pueblo pequeño de Ávila —fiel representante de la España vacía—, Los ojos cerrados. Aunque la reseña estaba ya escrita, asistí el pasado viernes 16 de abril a la presentación que hizo José Ovejero de la novela de Edurne Portela en el Real Jardín Botánico de Madrid, un entorno maravilloso que fue testigo de la complicidad y admiración que existe entre ambos escritores. Incluyo, como no podía ser de otra manera, las aportaciones profesionales que extraje de la charla.
Los ojos cerrados más que leerlo, lo devoré con ansia, y al finalizar era tal la angustia que sentía que no podía parar de llorar. Seguramente las emociones que me despertó tienen que ver con mi origen, también un pueblo pequeño y prácticamente vacío de la provincia de Ávila, en el que apenas quedan ancianos que puedan contar esas historias dolorosas que se transmitían antiguamente a través de los silencios —como en el libro de Edurne— y que muchas intuías por las relaciones que se establecían entre los vecinos. Sé que todas las ciudades guardan historias parecidas, de dolor y delación, de muerte, de horror… pero en los pueblos los habitantes se conocen todos y hay muchos lazos familiares, y, el seguir adelante depende casi siempre de la solidaridad vecinal, de la ayuda que se prestan en situaciones de necesidad. Pero también es cierto que los estigmas sociales son arrastrados por los que acarrean “pecados” que no son suyos, que pasan a convertirse en vive-aparte, como los define la autora.
Es una novela en la que la escritora introduce cambios importantes en su proceso creativo, como muy bien apunta José Ovejero. Se aleja de su experiencia cercana para crear otros mundos que van a necesitas otro tipo de personajes, muy distintos a los de sus otras obras. Crea una voz narrativa con varios tonos que nos acompaña a lo largo de la novela, a la vez que el protagonista narra con su propia voz; se divierte dejándonos cuentos cortos —de miedo— que tienen que ver con la memoria de su padre, pero no abandona la sensación de soledad que impregna siempre a los personajes de sus novelas porque, afirma Edurne, estamos muy solos la mayoría de nuestra vida. Tampoco abandona la violencia, otra constante en sus obras; explícita y horrenda en esta, con un personaje que es víctima y recibe violencia, pero que también la devuelve.
La historia transcurre en un pueblo, que no sabemos dónde está, que ha perdido ya casi todos sus habitantes, Pueblo Chico; solo quedan personas mayores y una pareja que ha venido de la ciudad y quieren cultivar un huerto y vivir aquí. Es un pueblo poblado de silencio, roto a veces por el claxon de los vendedores ambulantes que vienen de Pueblo Grande.
Hay un narrador omnisciente que cuenta esta historia en tres tiempos, de manera más emotiva unas veces, y otras más descriptiva, fría y distante… que acompaña en el conocimiento del pasado y del presente a través de los personajes: cuando Pueblo Chico se quedó sin hombres porque se habían echado al monte y los niños se encargaban de pastorear los rebaños de ovejas, cabras y vacas, y había muchos huertos y árboles colmados de fruta…; cuando acabó la guerra y quedaron las ausencias y se hizo patente el dolor; y ahora, que solo quedan los viejos que se sientan en la plaza y las mujeres que charlan mientras llega el panadero. La nieve de la sierra es el telón de fondo de esta tierra que en primavera se llena de espinos y rosales silvestres.
La voz más importante, sin duda, es la del protagonista, Pedro, que habla en primera persona, que conserva un dolor agudo, profundo, sordo, que ha marcado su vida; su pasado está tan vívido como su presente.
Es una novela con descripciones magníficas, escalofriantes y durísimas; de últimos alientos, cuando no le quedan palabras de consuelo, mentiras de salvación, pero sí las palabras de amor que quedaron dormidas los años del monte, lejos de ella, y que ahora despiertan, inútiles. Percibes sus sentimientos de rabia, dolor, impotencia, soledad porque sabe lo que está por venir… Y lo que provoca en los ojos del que mira… no es vacío lo que ve en ellos, no es confusión, es una especie de desamparo, de angustia, un asomo de pavor, eso es… La gente del pueblo decía que había enfermado de miedo y de frío, y tal vez por eso se convirtió en un vive-aparte, que de niño solo hablaba con los perros y las cabras. Porque las cosas pasan detrás de sus ojos…
Todos saben y todos callan y miran para otro lado. Es el silencio de un pueblo que quiere seguir adelante sabiendo que eran consentidores. La responsabilidad en grupo se diluye, pero en privado pueden sentir vergüenza, miedo, silencio… así sobreviven las familias del pueblo. Los marginados ya sabrán establecer lazos entre sí, porque son los que han perdido. Solo se tienen ellos, aunque no haya lazos familiares que los una; los vínculos se establecerán a través del dolor, de lo que no se dicen, de la soledad.
Muchas sensaciones, muchas voces, muchos personajes que acarrean una historia; sueños bonitos que vienen en primavera, porque las pesadillas las trae el viento cargado de hielo… Leyendas de lobos, de fantasmas, de cabras montesas que se pierden en la noche; la niebla que baja sin avisar, que oculta y que protege; objetos cotidianos a los que aferrarse, como el balde, el libro o la puerta; las lindes del pueblo donde empieza la nada… Y el grito de la madre que trae dolor y sigue uniendo el pasado con el presente.
Y una mujer en busca de sus raíces, de las historias de su padre. Ya le dijo en un momento de lucidez que huir no solucionaba nada, solamente aplazaba los problemas. Lo que dejas atrás te persigue, aunque tarde siete décadas en alcanzarte…
A Edurne Portela se le apareció un anciano un poco alucinado en medio de la plaza de ese pequeño pueblo con sus muletas, con un además extraño, con un lenguaje roto diciendo cosas muy raras… y a partir de ahí quiso conocer su historia, y plasmarla es esta magnífica novela coral y sensorial. Que despierta muchas emociones detrás de los ojos de los que leen. O devoran.
PERSONAJES:
- Pedro camina con muletas y siempre ha visto lo que los demás no pueden ver. Se sienta en un banco con la mirada perdida, porque él sí tiene una historia. Dicen que es clavado a su padre, por la mata de pelo negro y rizado y los ojos grandes, pero verdes como los de madre; ahora hundidos. Viste pantalones de pana desgastados y planchados con esmero, con raya en medio, cazadora limpia y con remiendos y una gorra que deja fuera sus grandes orejas.
- Ariadna, ha descubierto que la vida en la sierra le trae pequeños lujos, como ver amanecer, desperezarse y desayunar en la cama. Es lo bueno de trabajar desde casa. Se ha adaptado rápido a las costumbres del pueblo. Está en el escenario de todos los delirios paternos y dicen que es igualita a él… los ojos casi negros, la nariz aguileña… Ella sabe que pertenece a ese pueblo, que es el de su padre. Es miedosa, de los vivos y la noche.
- Eloy es su marido. Los trabajos en la huerta y los largos paseos han conseguido que eche músculos. Le encanta la sensación de descubrimiento, de reto, en las cosas nuevas de esta vida rural que han adoptado. De vez en cuando va a la ciudad. La añora.
- Lola, sabía que, si escuchaba pisadas de botas, eso no traía nada bueno… Su hijo se llama Pedro. Su marido se llama Miguel y se fue al monte. Solía preparar sopa de judiones y le encantaba acariciar la cabeza de su hijo. Tenía los ojos verdes, como el musgo pegado a la piedra. Era alegre y bailaba muy bien.
- Miguel tuvo unas botas porque se las regaló Ernesto, pero él sabía hacerlas y le gustaba lustrarlas. A pesar de eso, era torpe, aunque todo lo hacía con gracia. Era muy guapo.
- Teresa es la madre de Federico y del pequeño José que cuida las cabras ayudado por Pedro, al que pone un tazón de leche caliente por las mañanas cuando sus padres dejan de estar… le abraza también. Sabe cosas.
- Federico, el hijo de Teresa que se llevaron al frente cuando vinieron de noche y los sacaron de sus casas. Tiene que intervenir en la búsqueda de los hombres fugados porque conoce mejor que nadie, el terreno… Cuando acaba todo y vuelve al pueblo, le dan la gorra de alguacil. Se hizo señor de su casa.
- Evaristo, tiene una hermana que dice que es una mala bestia… Se va al monte.
- Adela, dicen los vecinos que mira con ojos de loca, con esos ojos grandes y negros; su nariz es pequeña y sus labios gruesos… Su corazón y su cuerpo están heridos…, una y otra vez, una y otra vez…
- Andresito es el hijo de Adela y cuando quedó solo, lo cuidó Pedro; ahora se cuidan mutuamente. Débil de cuerpo y espíritu, se convirtió en un hombre enjuto y chiquitín, pero limpio y muy trabajador. Es Feo, narizón y ojijunto. Su madre le enseñó a preparar buena comida con poca despensa, a ser una buena ama de casa. Se ríe de los nuevos, porque no saben ni darle a la pala cuando hay nieve. Cuenta despacito y con silencios, y sin acabar del todo ninguna frase.
- Baldomero comparte las historias que Pedro les contaba a los niños; cuentos de lobos, de fantasmas, de desaparecidos… Está casado con Piluca, que vino de un pueblo cercano y es muy maja, y también protege a Andrés.
- Felipe, el cabrero, hijo y nieto de cabreros. Sueña con salir del pueblo. Conoce bien las lindes, como las conocen las cabras. Memorias de costumbres que comparten animales y hombres. Su novia es Esperanza que tiene la pesadilla de entrar en su propia nada…
- El cura, cuando ve a Pedrito dice que se ande con cuidado, que el mal se hereda… Mira a Adela con pena y desprecio.
Y Antonio, que es el alguacil, primo de Lolo; y Cecilia, que es una anciana encogida y pequeña, madre de Lolo, un cuarentón extraño… y toda la gente del pueblo que sale a comprar cuando llega el camión con “de todo” a la plaza, o el panadero…
Sinopsis de la editorial.
Los ojos cerrados es una novela de un solo lugar, un pueblo que podría tener cualquier nombre y que por eso se llama Pueblo Chico. Pueblo Chico está anclado en una sierra agreste que a veces se cubre de niebla, otras de nieve, una sierra en la que a veces se pierden los animales, desaparecen las personas. En el pueblo vive Pedro, el anciano protagonista de esta novela, depositario de secretos que rodean a la violencia que ha atravesado el lugar durante décadas. Cuando Ariadna llega a Pueblo Chico por motivos al principio poco claros, Pedro la observa y vigila, mientras Ariadna va desvelando su propia vinculación con la historia silenciada del lugar. El encuentro entre pasado y presente, entre Pedro y Ariadna, da pie a una novela en la que Edurne Portela indaga sobre una violencia que, si bien trastoca para siempre la vida de los personajes, genera la posibilidad de crear un espacio de convivencia y solidaridad.
Lee y disfruta de las primeras páginas de la novela.
La autora:
Edurne Portela (Santurce, Vizcaya; 1974), Doctora en Literaturas Hispánicas por la Universidad de North Carolina-Chapel Hill (Estados Unidos). Ha sido profesora titular de literatura en Lehigh University (Pensilvania) hasta 2015. Como parte de su investigación académica publicó numerosos artículos y el ensayo Displaced Memories: The Poetics of Trauma in Argentine Women Writers. En 2016 publicó en Galaxia Gutenberg El eco de los disparos: Cultura y memoria de la violencia, un ensayo que reivindica la cultura como herramienta para dirimir el pasado de violencia en Euskadi. En septiembre de 2017 salió a la luz también en Galaxia Gutenberg su primera novela Mejor la ausencia, una indagación en la Euskadi postindustrial de los años ochenta que ha sido galardonada con el Premio 2018 al mejor libro de ficción del año del Gremio de librerías de Madrid. Publica en 2019 su segunda novela, Formas de estar lejos, en este mismo sello. Ha realizado, junto con José Ovejero, el documental Vida y ficción (2017). Publica regularmente en los principales periódicos españoles y colabora en varios programas en Radio Nacional de España y la Cadena SER.
El libro:
Los ojos cerrados ha sido publicado por la Editorial Galaxia Gutenberg en su Colección Narrativa. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 208 páginas.
Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.
Como complemento pongo un vídeo en el que Edurne Portela nos habla de su libro Los ojos cerrados.
Para saber más:
https://edurneportela.com/los-ojos-cerrados/