Revista Filosofía

Los ojos de Chiyono

Por David Porcel

En un monasterio había una monja, llamada Chiyono, muy trabajadora, disciplinada y responsable, pero enormemente insegura en sus labores y quehaceres. Nunca sentía que hacía bien su trabajo, y ello aunque las gentes de su alrededor así se lo hicieran ver. Los más sinceros elogios de amigos y compañeros no bastaban para que se sintiera bien y todos los días se retiraba convencida de que no había realizado bien su trabajo.

Uno de sus compañeros monjes, observando su pesar, decidió llevarla al maestro de la Montaña, de quien se decía que curaba todas las penas y pesares.

Los ojos de Chiyono

Habiendo escuchado su historia, el maestro de la Montaña le dijo a Chiyono:

- Te voy a dar mis ojos para que dejes a un lado los tuyos y te veas como te ven los demás. Y te voy a dar mi corazón, para que te sientas como te sienten los demás.

- ¿Y cómo verás y sentirás entonces, si tus ojos y corazón ya no están en ti? -respondió la monja-

Al escucharla, el maestro abandonó la montaña y se convirtió en el primer discípulo de la monja Chiyono.


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