
Lo que vemos ahí arriba es siempre pura inspiración. El duendeque diría Lorca, no el ángel o la musa, no, el duende. El que viene de dentro, de nuestro interior, la magia que nos enciende todo lo que sentimos. Como dijo el poeta, el fuego con el que ardió el corazón de Nietzsche era el duende. Estaba convencido de ello, que era el dolor mismo, la conciencia hiriente de lo trágico; pero que a su vez también era la compensación a toda contradicción, a nuestra lucha. Igual que el cielo finlandés. Hielo y brasas, fundidos en un suspiro. Una hebra en el horizonte que te obliga a admirar esos cambios inminentes de luminosidad. Si no eres ciego es inevitable vivirlo, si no eres ciego.Regresé observando la cantidad de fotografías de paisaje aéreo que había hecho. Contemplé los diferentes tonos, la variedad de su luz, el hilito ardiente en la lejanía… y me di cuenta de lo que había vivido, de las nubes que había cazado para mi recuerdo, como Emilio Prados. Y me dije que me quedaría para siempre con esos días azules y ese sol de… 

