Revista Libros
Los ojos del hermano eterno relata, a modo de cuento antiguo la historia de Viratá, sucedida mucho antes de Buda, un hombre bueno y justo, en su peregrinar en busca de la verdad y la justicia.
No es lo mejor que he leído de Stefan Zweig. Tampoco es que sea un mal relato, porque no creo que Zweig hubiera podido escribir nada malo: hay gente tan dotada que habría hecho un buen texto literario de la lista de la compra. El caso es que el cuento se lee con interés y atención, y da para sacar las conclusiones filosóficas que uno quiera, que no han sido muchas en mi caso salvo que leerlo es un placer.
Quizá lo mejor es que me da una excusa para -si todavía hay alguno de ustedes que no ha leído a este hombre- recomendar efusivamente que no lo dejen pasar. Hayan leído lo que hayan leído este año, Zweig es seguramente mejor. Acantilado está haciendo una reedición de todos sus cuentos (un pequeño timo, porque son libros brevísimos y los saca uno a uno y no en edición conjunta) que permite descubrir verdaderas joyas: nada de lo que he leído me ha decepcionado, sea algo tan lejano a mi cultura como la historia de la menorá, el candelabro sagrado de los judíos (El candelabro enterrado) ; la profundidad y elegancia de Veinticuatro horas en la vida de una mujer o Carta de una desconocida y sobre todo la atracción magnética de dos relatos que para mí son de difícil superación: Amok y la Novela de Ajedrez.
Cuando acabé esta última, yo que soy un zote escasamente dotado para más que colocar las figuras, me pasé el resto de la tarde jugando al ajedrez ...contra mi ordenador, eso sí. Además ganó él.